Sonó el teléfono, el prefijo indicaba que la llamada provenía de Canarias…
Por favor quiero hablar con el señor Hernández Baena
- Dígame, soy yo.
- Le llamamos desde el Bufete Herroguez, aquí en Las Palmas, para comunicarle que le ha sido otorgada una cuantiosa herencia, le facilitamos nuestra dirección y teléfono, por favor, póngase en contacto con nosotros a la mayor brevedad posible.
Había fallecido un tío suyo millonario, propietario de una importante compañía de cereales, estaba soltero y no tenía descendencia. La cuantía de la herencia ascendía a 20.000 millones de euros.
¡Dios mío! ¿Qué voy a hacer con tanto dinero? –se preguntó mientras se mecía los cabellos con impaciencia, una y otra vez.
Me compraré una casa en primera línea de playa –fue la primera idea que se le vino a la cabeza.
Sonrió y empezó a imaginar como sería: un amplio porche, la piscina, artesonado de caoba, tendría dos plantas, un jardín extenso con preciosos árboles exóticos,…
Se acordó de los niños de aquel barrio marginal con los que había trabajado durante cuatro años… Crearía una especie de fundación en donde se atendieran todas sus necesidades, sanitarias, educativas, lúdicas, deportivas, atención a la familia, necesidades básicas de alimentación, vivienda, higiene…, también habría un servicio de orientación profesional para cuando se fueran haciendo mayores y tuvieran que buscar trabajo.
Volvió a sonreir. Sintió una profunda satisfacción interior imaginando las caras alegres, de tantos y tantos niños que conocía.
Pensó en hacerle un regalo económico a los familiares y amigos, pero esto no sería tarea fácil. Entendió la dificultad de elaborar una lista y no dejar a nadie olvidado. No tenía claro si la cuantía del regalo debía ser la misma para todos, o habría que tener en cuenta las necesidades económicas de cada uno. También se planteó si era mas importante ser familiar que amigo, cuando en realidad muchas veces habían sido los amigos, al menos algunos, los que en realidad le habían demostrado una mayor entrega cuando le había hecho verdadera falta. No era sencillo encontrar una solución justa y equilibrada.
Dejó de sonreir.
Reflexionó sobre el peligro de que todo el mundo se enterara de su fortuna. Pensó en atracadores, estafadores, oportunistas pidiéndole préstamos, comerciales de banco inundándole con múltiples ofertas, conocidos con la intención de convertirse, de repente, en “amigos del alma”…
Ya no sonrió más. Tampoco pudo dormir.
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