¿Quién era?
Un tipo extraño, viejo, barbudo, cubierto de sucios harapos. Sombrero de copa, mirada profunda…no lo había visto nunca.
¿Dónde estaba?
En el parque. Sentado en una de esas mesas de piedra.
¿Qué hacía?
Yo diría que estaba meditando, al menos eso me parecía a mí. Estaba sentado sobre la mesa en la postura del loto, sus manos estaban suavemente apoyadas sobre sus rodillas. Su mirada, perdida en la nada.
¿Qué dijo?
En medio de aquella tranquilidad rompió su silencio con un exhortativo Eureka!
¿Qué le contestó la gente?
Nadie dijo nada. Simplemente los que no le observaban volvieron sus cabezas sorprendidos.
¿Cómo terminó todo?
El misterioso hombre se dirigió hacia mí que lo observaba bajo la inmensa copa de aquel árbol.
Con una mirada cargada de fuerza y sinceridad, me sonrió y me entregó el sombrero de copa sin mediar palabra.
El hombre misterioso se alejaba mientras se desprendía de sus viejos ropajes hasta quedar completamente desnudo. Con paso firme se adentró en el lago hasta que desapareció por completo.
Los últimos rayos de sol iluminaron el lago con una fuerza prodigiosa, nunca antes se había visto color dorado tan intenso en aquellas aguas.
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