Google+ Taller de Escritura Creativa de Israel Pintor en España: 2011

Imaginación, creatividad y agua de tamarindo

r Guillermo Vega Zaragoza


Cuando alguien habla de “las musas”, en lugar de pensar en las deidades griegas, siempre viene a mi mente Agustín Lara cantando “Mujer, mujer divina, tienes el veneno que fascina en tu mirar… mujer, mujer alabastrina, tienes vibración de sonatina pasional…”, y a una fémina algo entrada en carnes con un vestido que se pretende “vaporoso”, recostada sobre el inmaculado piano blanco del músico poeta de Tlacotalpan, mirando en lontananza con ojos arrobados.

No dudo que muchos compartan esa imagen cuando se refieren a la “inspiración”: la ven como una mujer rejega y voluble que, después de muchos ruegos e insistencia, acepta entregarle al “artista” el néctar de sus labios para engendrar una “obra maestra”; entendiendo la inspiración como algo siempre externo a nosotros, que no podemos gobernar y que nos puede asaltar en los momentos y lugares más insólitos e inoportunos.

Lo cierto es que lo que llamamos “inspiración” es sólo una de las fases del proceso de la creatividad. La inspiración no llega por accidente o designio de los dioses sino que es posible “convocarla”, hacer que se aparezca cuando uno quiera. En eso consiste el trabajo de un creador, llámesele escritor, pintor, músico… Pero no sólo ellos: también los científicos y hasta los políticos, contadores o matemáticos pueden aplicar el proceso de la creatividad para que se aparezca “la musa”.

Yo tengo la teoría de que el proceso de “inspiración” o iluminación —como prefieren llamarlo los especialistas en creatividad— funciona como el agua de tamarindo. Me explico: si uno deja reposar un vaso de agua de tamarindo la pulpa tiende a asentarse en el fondo del vaso. Lo mismo sucede en el proceso de la creatividad. Tenemos que juntar todos los elementos que necesitamos para hacer el agua de tamarindo —hacernos preguntas, investigar, recopilar información—, pero para obtener lo importante —la pulpa, la inspiración, la iluminación— tenemos que dejar reposar el agua, que se asiente, para luego extraer ese néctar, ese concentrado donde está lo importante, lo nuevo, lo insólito, lo creativo.

Ha sido reciente el interés científico que ha suscitado el proceso de la creatividad. Antes se pensaba que era algo “divino”, que sólo los “elegidos de los dioses” podían ser “inspirados”. Lo cierto es que todos los seres humanos podemos ser creativos si aprendemos y dominamos el proceso de la creatividad y lo aplicamos en nuestros ámbitos particulares.

Sin embargo, se tiende a confundir la imaginación con la creatividad, y aunque una implica a la otra no son lo mismo. La imaginación es una facultad humana. Todos imaginamos, poco o mucho, pero todos los seres humanos tenemos la capacidad de imaginar, de hacer que en nuestra mente aparezcan imágenes de cosas que no existen o que no existen aún (“imago” viene de “fainein”, que quiere decir “aparición”; de ahí se deriva “fantasma” y “fantasía”). En tanto, la creatividad es un proceso para crear cosas nuevas que antes no existían, para encontrar soluciones a los problemas humanos. La imaginación no se puede aprender, cada quien nace con mucha o poca imaginación, pero lo que sí se puede hacer es cultivar la creatividad, es decir, qué hacer con la mucha o poca imaginación con que contamos.

El problema es que para emprender el proceso de la creatividad el primer paso es la curiosidad, el hacerse preguntas, el cuestionar por qué las cosas son como son y no de otra forma. Y a las instituciones establecidas de la sociedad nunca le han gustado las personas que cuestionan, por ello se tiende —desde la familia y luego la escuela, el trabajo y la plaza pública— a desalentar que los individuos cuestionen, que hagan preguntas. Hay personas que nunca en su vida se han hecho una pregunta vital (ya saben, de ésas de “¿de dónde venimos?, ¿qué hago aquí?, ¿a dónde vamos?”) y mucho menos se preguntan acerca de las cosas más simples y cotidianas de su entorno: por qué el cielo es azul, cómo funciona un celular, cómo funciona el cuerpo humano, por qué se siente de determinada manera, por qué hay pobreza, si existe dios, etcétera.

De esta forma, se desalienta desde la raíz la creatividad. Y no sólo eso, sino que las personas asumen, con total convicción, “es que yo no soy para nada creativo” Y se entiende que lo crean así. Pero no es cierto que no lo sean. Simple y sencillamente no saben cómo ser creativos. Porque una cosa es tener la facultad del habla, pero no todos saben comunicarse adecuadamente. Eso se aprende. Igual la creatividad: todos tenemos imaginación, pero no todos aprendemos a ser creativos.

Por si fuera poco, se “endiosa” a aquellos que son creativos, se les ve como extraterrestres, como excepciones de la naturaleza. Sí, es cierto, hay mucho de talento, de predisposición genética, incluso de suerte para emprender algo creativo, pero si se llega a dominar el proceso de la creatividad, es muy probable que se alcancen resultados similares. Es cuestión de decisión y convicción. Y de trabajo, desde luego. Porque alguien podrá tener mucha imaginación, pero si no la realiza a través de la creatividad, si no la hace concreta, si no la aterriza. Se quedará nada más en eso: en imaginación.
 
(Publicado en la revista cultural En Tierra de Todos núm. 17, agosto-septiembre 2011)

El cuento: carambola de tres bandas

 
 
Todos los escritores parecen tener su propia teoría del cuento. Como quien dice: cada cual tiene su propia forma de matar las pulgas. Y el truco está en matar la mayor cantidad de ellas, de la manera más original.

Para transmitir esas teorías, algunos escritores recurren a las metáforas. Quizá las más famosas sean las que aportó Julio Cortázar, quien dijo que el cuento es como una pelea de box en la que el escritor le gana al lector por nocaut, mientras que la novela se gana por puntos, es decir, si se logra que el lector llegue al final del libro.

Recordemos que Cortázar tradujo los cuentos completos de Edgar Allan Poe y que algo tuvo que aprenderle al maestro de Boston, quien acuñó la famosa teoría de la “unidad de impresión”, es decir, en la que todos los elementos del texto deben estar al servicio del final sorpresivo del cuento, en el que el lector debe quedar maravillado, sorprendido o aterrorizado. Esta es la forma del cuento tradicional que todavía utilizamos cotidianamente, por ejemplo, para contar un chiste.

Sin embargo, años después de que estas ideas se volvieran moneda corriente, al otro lado del mundo, en Rusia, un señor llamado Anton Chéjov parecía querer llevarle la contraria. Chéjov escribía muchos cuentos, porque tenía que comer y no sabía hacer otra cosa. Los publicaba en el periódico y por eso tenía que ceñirse a un espacio reducido. Pero resulta que en sus historias aparentemente no sucede nada. Nada de sorpresas, nada de terror, nada de chistes. Sin embargo, uno termina de leerlos y se queda con una sensación semejante a la que se debe tener cuando te abren el estómago de una cuchillada y te estás desangrando, pero sin que sientas el mínimo dolor, apenas un airecito, como un escalofrío.

Sin embargo también coincidía con Poe en el sentido de que todos los elementos que se mencionen en el cuento deben tener una utilidad. Por ejemplo, si en el primer párrafo se menciona que hay un clavo en la pared, al final ese clavo debe servir para que el protagonista cuelgue en él la cuerda con la que se va a ahorcar.

Años después, otra vez en Estados Unidos, Ernest Hemingway explicaría mejor la sensación que provoca una técnica como la de Chéjov. Decía que el cuento es como un iceberg, en cuya punta apenas se muestra un veinte por ciento de la historia, mientras el restante ochenta por ciento permanece escondido bajo la superficie, pero es el que en realidad sostiene todo el cuento.

Pero volviendo a Cortázar, el argentino también decía que el cuento es a la fotografía lo que la novela es al cine. Es decir, el cuento apresa apenas un instante, una rebanada de realidad, mientras que la novela se desarrolla en el tiempo y puede incluir muchísimas cosas, crecer y crecer hasta tratar de abarcar toda la realidad, y si no que le pregunten a James Joyce.

De esta forma, el cuento se desarrolla en profundidad, mientras que la novela lo hace en extensión. El cuento es como sumergirse en una fosa profunda sin tanque de oxígeno. Si quieres escribir cuento tienes que prepararte para aguantar la respiración, sumergirte y ver la mayor cantidad posible de cosas en el fondo de la fosa, volver a la superficie y contar lo que viste. Escribir novela es como bucear con tanque, donde el chiste es ver la mayor cantidad de cosas y registrarlas para crear o recrear un mundo, con sus propias reglas. Escribir cuento es como correr los cien metros planos, mientras que la novela es un maratón. Muchos creen que si escriben cuentos se están preparando para hacer novela, pero las preparaciones no son las mismas. Cuando alguien confesaba que estaba escribiendo una novela, Augusto Monterroso le propinaba un: “¡Ah, entonces se está preparando para escribir cuento!”

La primera versión de un cuento debe escribirse de una sola sentada y no en varias sesiones, a fin de captar y registrar de una sola vez todo el tono y el ambiente de la historia, los personajes y la estructura. La novela, por lo mismo, es una cuestión de largo aliento, y el reto allí es mantener el tono, la tensión y el interés a lo largo de muchas páginas. Los cuentos con los que he quedado más satisfechos son aquellos que escribí casi a fuerzas, porque no podía hacer otra cosa que escribirlos. Era en ese momento y no en otro.

Por ejemplo, uno de mis cuentos se me ocurrió mientras veía una corrida con una mujer toreando en la Plaza México. Llegué a la casa, ya muy noche, achispado por la bota de vino tinto, lo escribí y me dormí. Al otro día, lo leí y nada más tuve que cambiarle unas cuantas comas. Otro lo escribí después de que me pasé toda la noche pensando en la forma en que podría contar la historia. Finalmente, me quedé dormido. Pero al abrir los ojos al día siguiente, me asaltó una idea y me dijo: “arriba las manos, esto es un cuento” y me obligó a escribirlo. Y así por el estilo.

Sin embargo, las metáforas acerca del cuento no resultan suficientes para entender a cabalidad cuáles son los elementos que lo caracterizan como género literario. El escritor mexicano Gerardo de la Torre decía en su taller de la SOGEM que el cuento está conformado por tres elementos: uno, la historia o anécdota; dos, la estructura o tratamiento, y tres, el lenguaje o estilo. Si estos tres elementos se conjugan adecuadamente, se tiene un cuento, pero si se integran magistralmente, tenemos un gran cuento.

Vayamos por partes, entonces. La historia o anécdota es la sucesión de hechos que acontecen en un cuento. En este sentido, sólo hay cuento si tiene una historia o anécdota que contar, así sea mínima. No importa si es extraordinaria o cotidiana, sino que exista. En este sentido, se puede contar una batalla épica de la manera más aburrida, a pesar de que los acontecimientos sean interesantes por sí mismos, insólitos o extraordinarios. Y se puede contar la historia de una piedra de una manera interesantísima, siempre y cuando se haga adecuadamente.

Con esto se quiere decir que para el cuento no hay tema menor o deleznable, sino escritores que no saben contar. Recuerdo que cuando estudiaba la secundaria, una amiga mía escribió la historia de un cerillo. Sí, la historia de un cerillo que esperaba el día en que lo sacaran de la caja y le encendieran la cabeza. La historia la publicó en el periódico escolar y duró como veinte capítulos. Al final, todos nos pusimos a llorar por el triste fin del cerillito. A esto me refiero con que no hay temas menores sino escritores limitados.

Aquí es donde entra en juego el siguiente elemento que conforma el cuento: la estructura o tratamiento Si ya tengo una historia, ahora ¿cómo la cuento? Puedo hacerlo de manera lineal, o empezando por el final o intercalando pasado y presente, o contar algo que todavía no sucede. Las posibilidades son infinitas, pues hay muchas maneras de contar una historia, pero existe una sola que es la que le proporciona la calidad de cuento. De esta forma, es la historia misma la que pide su propia manera de ser contada y el trabajo del escritor consiste precisamente en descubrir esa manera única e intransferible. Pensemos en alguno de los cuentos de Juan Rulfo, por ejemplo, “¡Diles que no me maten!”. Es imposible contarlo de otra manera, con otra estructura, porque o se convierte en otro cuento o pierde totalmente su encanto.

Otra cuestión importante en materia de tratamiento tiene que ver con la voz narrativa. ¿Quién cuenta el cuento? ¿Es un narrador omnisciente que, como Dios, todo lo sabe y todo lo ve? ¿Es un personaje que funciona como testigo y cuenta lo que le pasa a él y a los demás? ¿O es alguien a quien no le consta nada y me lo cuenta sólo de oídas?

Este aspecto, el de la voz, se enlaza finalmente, con el lenguaje que se utiliza para contar la historia, y esto está íntimamente relacionado con el tipo de personajes que intervienen en el cuento. El lenguaje de los personajes debe ser verosímil. Ojo: dije verosímil, es decir, parecido a la verdad, pero no necesariamente una calca del habla real del personaje.

Por ejemplo, si mi personaje es un machetero de La Merced no lo voy poner a hablar como un gentleman inglés o un doctor en filosofía. Bueno, sí podría, pero tendría que hacerlo verosímil. ¿Cómo explico que un personaje así hable de tal manera? Ahora, si me pusiera a copiar simplemente la forma de hablar de los macheteros de La Merced y la pusiera en mi cuento, me daría cuenta de que es muy limitado y que me sirve de muy poco para lo que yo quiero contar. Entonces, tengo que hacerlo verosímil, creíble para el lector. ¿Cómo? Bueno, eso ya le toca a cada quien decidirlo y encontrar la forma de matar sus propias pulgas.

Por lo pronto, y para no quedarme atrás en relación con los demás autores del género, yo también aventuro mi teoría personal del cuento en forma de metáfora. Imaginemos que escribir un cuento es como jugar billar. Ahí en el paño verde-hoja de papel, estoy con mi taco-pluma y los elementos-bolas que conforman el cuento: historia, tratamiento y lenguaje. Tengo que encontrar el lugar exacto donde la bola blanca pueda pegarle a los tres elementos-bolas. Un buen cuento sería como una carambola de tres bandas, donde los elementos se entrecruzan, chocan entres sí y con las bandas, para finalmente anotarse un punto más. Cada tirada es diferente a la anterior y hay que acomodarse de acuerdo con la posición de las bolas sobre el paño.

Y el cuento es también como el billar, porque sólo se aprende andando de vago, pasándose horas ante las mesas y, sobre todo, observando y aprendiendo de los maestros, que ya llevan muchísimas horas de vuelo, aprenderles los trucos, la forma en que agarran el taco, en que le frotan el cosmético, sus tics y sus manías, la forma en que le dan vuelta a la mesa para encontrar el mejor ángulo, el lugar perfecto donde deben dar el tacazo para lograr una carambola perfecta. 


(Publicado en la revista Textos, número 11, editada por el SUNTUAS Académicos, Culiacán, Sinaloa, 2003).

Rojo, Antonia María Carrascal

Cuando el hombre bajó del metro olvidando junto al asiento su maletín, lo tomé en mis manos y corrí tras él hacia la puerta. En vano lo llamé, pues el ruido del tren que arrancaba debió acallar mi voz y el hombre, que caminaba deprisa hacia la escalera, no me oyó. Me detuve indeciso, con el maletín en la mano, pensando dejárselo cuando me bajara a cualquier responsable de estación.
El leve tic tac llamó mi atención sobrecogiéndome. Abrí el maletín que no estaba fechado y, respondiendo a mis temores, apareció un pequeño artefacto de relojería que marcaba una hora peligrosamente próxima a la que señalaba mi reloj.

Fuente: www.apeir.com
Con el más terrible horror que cualquier ser humano pueda experimentar, me apercibí de lo que iba a pasar en breves momentos: mi vida, la del conductor y la de los escasos pasajeros que aún quedaban, se hallaban en peligro. Es más, si no conseguía desactivar en breves segundos aquel demoníaco artefacto, volaríamos por los aires, justo al entrar en la próxima estación que, por ser punto neurálgico de líneas, debía estar abarrotada.
Apoyé el maletín en mi asiento. Busqué nervioso en mi bolsillo el pequeñísimo cortaúñas que pendía de mi llavero y comencé a hurgar entre los delgados cables que había en el fondo. Para mi alivio encontré, oculto por los otros, uno de color rojo.
Lo corté. Pero, al ir a sentarme tranquilizado y contento, oí cómo se activaba una grabadora diminuta y una voz, incomprensiblemente divertida aconsejaba:
“Aprende, pardillo, que el color indicador de peligro no tiene que ser necesariamente…”
Rojo, ahora lo sé, sí que es el color de los mismísimos infiernos.

16 poetas y poetisas de México


Una de mis alumnas me encargó recomendarle algunos poetas y poetisas mexicanos. Aquí una lista que propone un panorama breve de algunas figuras que han destacado en el mundo mexicano de las letras, !que lo disfruten!:


Sor Juana Inés de la Cruz
Sor Juana Inés de la Cruz ocupó, junto a Juan Ruiz de Alarcón y Carlos de Sigüenza y Góngora, un destacado lugar en la literatura novo-hispana y, desde luego, en la universal.
Además, fue la única mujer en alcanzar ese reconocimiento ya desde su época. Juana Inés de Asbaje y Ramírez de Santillana hubiera cumplido 360 años este 12 de noviembre. Cultivó la lírica, el auto sacramental y el teatro, así como la prosa. Sus poemas y sonetos son de una belleza única.
La “Décima Musa” marcó un camino para otras mujeres mexicanas. En la poesía del siglo XX muchas dejaron su huella. Aquí te presentamos a cinco espléndidas escritoras de nuestro país. No dejes de leer su poesía, es sublime.
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Guadalupe Amor
Guadalupe Amor (o Pita Amor, como solían llamarla; Ciudad de México, 1918-2000) se atrevió a todo. Fue la mujer controversial de la década de los cuarenta y los cincuenta. Su extraordinaria belleza fue pintada por Juan Soriano y Diego Rivera, Martha Chapa, Raúl Anguiano y Roberto Montegro, entre otros artistas. Singular poeta y escritora mexicana, Pita Amor, “La undécima musa”, plasmó en su poesía los temas metafísicos; le cantó a Dios, a la muerte, a la soledad, a la angustia, a la nada.
Se dice que la trilogía formada por Quevedo, Góngora y Sor Juana Inés de la Cruz influyó en su poesía. Se hizo gran amiga de importantes personalidades de la vida literaria, como Gabriela Mistral, la cual le sirvió de inspiración para escribir uno de sus más conocidos libros Yo soy mi casa (1946).
Entre sus poemas publicados destacan: (1947) Puerta obstinada; (1948) Círculo de angustia; (1949) Polvo; (1953) Décimas a Dios; (1958) Sirviéndole a Dios, de hoguera; (1959) Todos los siglos del mundo; (1984) Soy dueña del universo. De sus prosas están: (1957) Yo soy mi casa y Galería de títeres (1959).

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Octavio Paz
Poeta prestigiado de México. Nace a la mitad del siglo XX en la ciudad de México en 1914 durante la lucha revolucionaria.
Parte de su niñez la pasa en Estados Unidos y en su vida adulta vive en Francia y la India. Es galardonado con el premio nobel de literatura en 1990. Su obra abarcó géneros en los q sobresalen textos poéticos, el ensayo y traducciones. Colaboró con el impulso a la cultura. Fungió como profesor, conferencista, periodista y diplomático.
Sus obras hacían uso exclusivo del pensamiento y de una rima interna y sutil, a veces difícil de captar.
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Amado Nervo
Nació en Tepic, México en 1870. Su nombre real era José Amado. En 1895 publico su primer libro con una novela titulada “El bachiller”. Escribió su primer libro de versos “Místicas” en 1898. En parís publico la versión francesa de “El bachiller” y algunos poemas, fue ahí donde también se encontró con Rubén Darío. Murió en Montevideo, Uruguay en el año de 1919.

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Jaime Torres Bodet

Nació en la ciudad de México. Estudió en la Universidad Nacional de México la carrera de filosofía y letras. Fué secretario de educación pública varios periodos. Promovió la Campaña Nacional de Alfabetización. Miembro de la Academia Mexicana de la Lengua, El Colegio Nacional, el Instituto de Francia y la Academia del Mundo latino. Inicio la construcción del Museo de Antropología e Historia.
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Jaime Sabines

Nace en Tuxtla Gutiérrez, Chiapas. Tiene una infancia normal, tranquila y serena; Entrado ya en la juventud viaja a la ciudad de México para comenzar a estudiar Medicina, solo para descubrir que la juventud nos permite retractarnos fácilmente. Es cuando se da cuenta de su verdadera vocación. Inicia en la poesía con los poemas: Introspección, A mi madre, Siento que te pierdo y Primaveral. Su camino comienza algo repetitivo tal vez, pero no menos excitante. Pero encuentra la llave en la prosa para marcar su punto y aparte en la literatura.
“Yo quería hacer una poesía lo más independiente de las palabras, que resistiera cualquier traducción y es a través de la prosa, -cuyo ritmo es el que más se acerca al de la sangre- donde se consigue mejor”.
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Manuel Acuña
Nació en Saltillo, Coahuila en 1849. Medico poeta. En enero de 1868 inició sus estudios en la Escuela de Medicina, donde fue un estudiante distinguido. Ese mismo año inicio su breve carrera literaria, dándose a conocer con una elegía a la muerte de su amigo Eduardo Alzúa. Junto con Agustín F. Cuenca y Gerardo Silva fundaron la Sociedad Literaria de Netzahualcóyotl. Murió en 1873 por haber ingerido cianuro de potasio.
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José Emilio Pacheco

José Emilio Pacheco Berny (Ciudad de México, 30 de junio de 1939) es un poeta, ensayista, traductor, novelista y cuentista mexicano integrante de la llamada «Generación de los años cincuenta», junto a Carlos Monsiváis, Eduardo Lizalde, Sergio Pitol, Juan Vicente Melo, Vicente Leñero, Juan García Ponce, Sergio Galindo y Salvador Elizondo.
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Alfonso Reyes
Entre otros galardones ha recibido el Premio Cervantes (2009); el Premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana (2009); el José Donoso (2001); el Octavio Paz (2003); el Pablo Neruda (2004); el Ramón López Velarde (2003); el Premio Internacional Alfonso Reyes (2004); el José Asunción Silva (1996); el Xavier Villaurrutia (1973); el García Lorca (2005) y el Premio Alfonso Reyes otorgado por El Colegio de México (2011).
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Fernando del Paso
Fernando del Paso Morante (México, D. F., 1 de abril de 1935) es un escritor mexicano. En 1955 comienza a trabajar como escritor de textos para varias agencias publicitarias. Es la época en que, influido por William Faulkner, James Joyce, Juan Rulfo y Lewis Carroll, del Paso empieza Sonetos de lo diario, libro que publicará en 1958.
Para terminar José Trigo, recibe la beca del Centro Mexicano de Escritores en 1965. Al año siguiente publica la novela, que recibe el Premio Xavier Villaurrutia. Se demoró diez años en finalizar esta obra y le ocurrirá lo mismo en con sus dos siguientes obras.
Becado por la fundación Ford, del Paso viaja a Iowa en 1969 para participar en el "International Writing Program", en donde reside 3 años.
En 1971 se muda nuevamente, esta vez a Londres, debido a que recibe la Beca Guggenheim, que se le volverá a otorgar en 1981.
Es aquí en donde comienza a trabajar en su siguiente novela, misma que publica en 1977. Palinuro de México obtiene el Premio Rómulo Gallegos 1982. Durante su estancia en Londres, a la par de sus proyectos literarios, trabaja como productor de programas de radio, escritor y locutor en la BBC.
Después de vivir 14 años en la capital británica, se traslada en 1985 a París donde se desempeña como consejero cultural en la embajada de México —cargo que ejercerá 3 años—, a la vez que trabaja en Radio France Internationale como escritor y productor. Ese mismo año Palinuro de México se tradujo al francés; recibe el reconocimiento de la crítica francesa y el Premio al Mejor Libro Extranjero en Francia. En 1986 gana el premio Radio Nacional de España al mejor programa en español de carácter literario por su Carta a Juan Rulfo.
En 1992 regresa a México y asume el cargo de director de la Biblioteca Iberoamericana Octavio Paz de la Universidad de Guadalajara. En esta ciudad comienza a trabajar en su siguiente novela, en la que explora el género de la literatura de suspenso, y que se publica en 1995: Linda 67.
En mayo del 2007 la citada universidad le hace un homenaje público al nombrar a la mayor de sus bibliotecas, ubicada en el Centro Universitario de la Ciénega, como Biblioteca Mediateca Fernando del Paso.
Entre los reconocimientos que ha obtenido, además de los ya citados, destacan: el premio Novela México 1975, Mazatlán de Literatura 1988, Nacional de Lingüística y Literatura 1991, y Premio FIL de Literatura 2007. En 1993 fue nombrado Creador Emérito. En octubre de 2006, fue elegida miembro correspondiente de la Academia Mexicana de la Lengua.
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Xavier Villaurrutia
Xavier Villaurrutia González (Ciudad de México, 27 de marzo de 1903 - 25 de diciembre de 1950) fue un escritor mexicano que cultivó los géneros de poesía, crítica literaria y dramaturgia.
Inició sus estudios en el Colegio Francés de la Ciudad de México, más tarde, en la Escuela Nacional Preparatoria, inició su amistad con Salvador Novo y Jaime Torres Bodet.
Comenzó estudios superiores de derecho, que luego abandonó para dedicarse por completo a las letras. Hizo estudios de teatro en el Departamento de Bellas Artes. Becado en 1935 por la Fundación Rockefeller, estudió arte dramático durante un año en la Universidad de Yale de New Haven, Connecticut, Estados Unidos.
Formó parte del grupo llamado Los contemporáneos, que se definían a sí mismos como "grupo sin grupo" y miembro fundador de la revista Contemporáneos. Dirigió, junto con Salvador Novo, la revista Ulises y junto con Rafael López Pérez, Barandal.
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Salvador Novo
Salvador Novo (Ciudad de México, 30 de julio de 1904 — 13 de enero de 1974) fue un poeta, ensayista, dramaturgo e historiador mexicano, miembro del grupo 'Los Contemporáneos' y de la Academia Mexicana de la Lengua. Su característica principal, como autor, fue su prosa hábil y rápida, así como su picardía al escribir. Se decía de él que era "el homosexual belicosamente reconocido y asumido en épocas de afirmación despiadada del machismo".
A partir de 1965 la redacción de sus obras se concentró en la historia de México, pues siendo amigo y admirador del padre Ángel María Garibay K. se dedicó a los estudios prehispánicos. En 1969 sufrió dos infartos y se dedicó a escribir en su domicilio particular; externó sus deseos de escribir un segundo volumen de la Historia de Coyoacán, así como una autobiografía, pero murió el 13 de enero de 1974. Hasta su muerte, publicó una extensa crónica sobre la vida artística e intelectual en México, en donde hace mención de cuanto personaje rondaba las más altas esferas de la cultura en México. En estos libros se dedica a comentar y criticar a diversos autores ya narrar los grandes espectáculos de la época. De su obra ensayística, que puede considerarse historia, aunque ha sido más comentada como crónica, la Nueva grandeza mexicana, que hace eco de la Grandeza mexicana de Balbuena. Su obra es muy vasta, pero gran parte de ella se debe al plagio sistemático de fuentes como la Enciclopedia Británica, como deja bien asentado Guillermo Sheridan en su estudio sobre el grupo Contemporáneos.
Salvador Novo publicó 11 libros de poesía. Su obra trata temas como la llegada de un provinciano a la capital, los inventos modernos de inicios del siglo XX, el amor, y la modernidad.
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Rosario Castellanos
Rosario Castellanos (Ciudad de México, México; 25 de mayo de 1925 - Tel Aviv, Israel; 7 de agosto de 1974) fue una destacada poetisa, novelista y promotora cultural mexicana.
En 1958 recibió el Premio Chiapas por Balún Canán y dos años después el Premio Xavier Villaurrutia por Ciudad Real. Posteriormente recibió otros galardones entre los que destacan el Premio Sor Juana Inés de la Cruz (1962), el Premio Carlos Trouyet de Letras (1967) y el Premio Elías Sourasky de Letras (1972).
Su obra trata temas políticos, ya que concebía al mundo como "lugar de lucha en el que uno está comprometido", como lo expresó en su poemario Lívida Luz. Consideraba la poesía como "un intento de llegar a la raíz de los objetos" mediante la metáfora. Cada tema lo trataba ligado con lo cotidiano y con el interés por el papel de la mujer en la sociedad y por la crítica del enfoque sexista, ejemplificado por su cuento Lección de cocina: cocinar, callarse y obedecer al marido. Su obra de teatro El eterno femenino (1975), tiene carácter feminista.
Su propios sentimientos se reflejan en sus escritos: en el cuento Primera revelación describe su experiencia de niña discriminada frente a su hermano; el poema en prosa Lamentación de Dido se inspira en el desamor de su amor de muchos años, Ricardo Guerra; la novela Rito de iniciación, también de connotaciones autobiográficas se enfoca en los conflictos de una mujer estudiada para escapar de los prejuicios conservadores de la provincia y enfrentar la competencia profesional en la ciudad y sólo fue publicada póstumamente.
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Gabriel Zaid
Gabriel Zaid (nacido el 24 de enero de 1934 en Monterrey, Nuevo León) es un poeta y ensayista mexicano. Es colaborador habitual de la revista Letras Libres.
Estudió en el Instituto Tecnológico de Monterrey y obtuvo el título de ingeniero mecánico administrador en 1955. Fue consultor independiente durante varios años. Fue miembro del consejo de la revista Vuelta de 1976 a 1992.
Como miembro del grupo editorial Vuelta y de su legado ha sido uno de los promotores y comentadores de la obra de Octavio Paz.
En cuanto a su labor poética, algunos de sus poemas más famosos son Circe, Fábula de Narciso y Ariadna y Campo nudista.
En lo tocante a su obra como ensayista, se ha destacado por abarcar desde el ámbito cultural hasta la organización de las calles, colonias y zonas postales de la Ciudad de México; pasa por las esferas políticas y sociales, de las cuales hace claras denuncias de las ideas preconcebidas y prejuicios en general que afectan el devenir de dichos ámbitos, como los lazos entre las élites gubernamentales y las casas de educación superior, el desgaste del aparato burocrático del PRI, el modelo económico mexicano, la distribución editorial, o la necesidad de replantear las prioridades de la vida. La principal cualidad de su prosa es que abarca todos estos temas sin arrebato alguno, eligiendo cuidadosamente las palabras para designar las cosas, y siempre fundamentando sus argumentos antes de emitir algún juicio. Ha sido colaborador en numerosos diarios y revistas, y algunos de sus escritos han sido traducidos al inglés, francés y portugués.
Obtuvo el Premio Xavier Villaurrutia en 1972 por su ensayo Leer poesía. Es miembro de El Colegio Nacional desde 1984, su discurso de ingreso fue Imprenta y vida pública. Homenaje a Daniel Cosío Villegas. El 20 de marzo de 1986 fue elegido miembro de la Academia Mexicana de la Lengua, tomó posesión de la silla XVI el 14 de septiembre de 1989, renunció a su puesto el 25 de noviembre de 2002.
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Rubén Bonifaz Nuño
Rubén Bonifaz Nuño (Córdoba, Veracruz, 12 de noviembre de 1923) es un poeta y clasicista mexicano.
Bonifaz Nuño nació en Córdoba (Veracruz) y estudió derecho en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) entre 1940 y 1947. En 1960, empezó a enseñar latín en la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM y recibió un doctorado en Arte y cultura clásica en 1970. Bonifaz Nuño ha publicado traducciones de las obras de Catulo, Propercio, Ovidio, Lucrecio, Píndaro, Ovidio: Metamorfosis, Arte de amar y Remedios del amor, Lucano, Virgilio: La Eneida y las Geórgicas, Julio César: Guerra gálica, Cicerón: Acerca de los deberes y otros autores clásicos al español. Su traducción de 1973 de la Eneida fue aclamada por la crítica.
Fue elegido miembro de número de la Academia Mexicana de la Lengua el 19 de agosto de 1962, tomando posesión de la silla V el 30 de agosto de 1963. Bonifaz renunció al cargo el 26 de julio de 1996. Fue admitido en el Colegio Nacional en 1972. Fue ganador del Premio Nacional de Literatura y Lingüística en 1974.
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Ramón López Velarde
Ramón Modesto López Velarde Berumen (Jerez de García Salinas, Zacatecas, México, 15 de junio de 1888- Ciudad de México, 19 de junio de 1921) fue un poeta mexicano. Su obra suele encuadrarse en el postmodernismo literario. En México alcanzó una gran fama, llegando a ser considerado el poeta nacional.
Es a partir de 1915 cuando López Velarde comienza a escribir sus poemas más personales, marcados por la añoranza de su Jerez natal (al que ya nunca regresaría) y de su primer amor, "Fuensanta".
En 1916 publica su primer libro, La sangre de Lady Ciel , que dedica a "los espíritus" de los poetas mexicanos Manuel Gutiérrez Nájera y Manuel José Othón. El libro recibió una buena acogida en los medios literarios mexicanos. En La sangre devota está muy presente -incluso en el título- la liturgia católica, asociada por el autor al mundo idealizado de su infancia provinciana y única esperanza de refugio para su atribulada vida ciudadana. El poema "Viaje al terruño" es, en el fondo, una ensoñación sobre el regreso a la infancia. Sin embargo, esta nostalgia del pasado no está exenta de un cierto distanciamiento irónico, como cuando en el poema "Tenías un rebozo de seda..." se recuerda a sí mismo como un "[...] seminarista / sin Baudelaire, sin rima y sin olfato". Una de las piezas del libro que mayor interés han concitado es "Mi prima Águeda", donde también está muy presente la ironía.
En 1917 muere Josefa de los Ríos, "Fuensanta", su amor de juventud. Por entonces López Velarde comienza a preparar su próximo poemario, Zozobra, que habrá de aguardar todavía dos años hasta ser publicado. Entre marzo y julio de 1917 colabora en la revista Pegaso, junto con González Martínez y, a pesar de recibir algunos ataques por su interés por el mundo de la provincia y su catolicismo, su prestigio literario comienza a consolidarse.
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Carlos Pellicer
Carlos Pellicer Cámara (San Juan Bautista (hoy Villahermosa, Tabasco, México; 16 de enero de 1897 - Ciudad de México; 16 de febrero de 1977). Fue un escritor, poeta, museólogo y político mexicano.
Como poeta, perteneció a una generación de intelectuales mexicanos que adoptaron el nombre de Los contemporáneos. Corresponde a éstos haber aportado, desde Latinoamérica, un estilo literario de vanguardia. Este hecho adquiere mayor importancia si se tiene en cuenta que México ha adoptado con facilidad influencias extranjeras. En ese sentido, Pellicer no fue sólo un gran poeta, también fue un innovador.
La modernidad del siglo XX, que en México fue especialmente notoria hacen que Pellicer busque esta modernidad en la poesía.
Carlos Pellicer es el primer poeta realmente moderno que se da en México. No se rebela contra el modernismo: lo incorpora a la vanguardia, toma de ésta y otras corrientes aquello útil para decir lo que quiere decir. Cuando muchos de los Contemporáneos exploraban los desiertos de la conciencia, Pellicer redescubre la belleza del mundo. Sus palabras quieren reordenar la creación. Y en ese trópico entrañable los elementos se concilian: la tierra, el aire, el agua, el fuego le permiten mirar "en carne viva la belleza de Dios". Pellicer ve el mundo con otros ojos y al hacerlo modifica la poesía mexicana. Su obra, toda una poesía con su pluralidad de géneros, se resuelve en una luminosa metáfora, en una interminable alabanza del mundo: Pellicer es el mismo de principio a fin.
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Fuentes:
1. Laura Martínez (http://www.actitudfem.com/5-poetisas-mexicanas-0?pag=1#title-nodo-abajo).
2. MORPHREAK (http://morphreak.blogspot.com/2008/01/pita-amor-la-gran-poetisa-mexicana.html).
3. Mentes alternas (http://www.mentesalternas.com/2009/11/poetas-mexicanos-famosos.html).
4. Wikipedia:
(http://es.wikipedia.org/wiki/Jos%C3%A9_Emilio_Pacheco), (http://es.wikipedia.org/wiki/Xavier_Villaurrutia), (http://es.wikipedia.org/wiki/Salvador_Novo), (http://es.wikipedia.org/wiki/Fernando_del_Paso), (http://es.wikipedia.org/wiki/Rosario_Castellanos), (http://es.wikipedia.org/wiki/Gabriel_Zaid), (http://es.wikipedia.org/wiki/Rub%C3%A9n_Bonifaz_Nu%C3%B1o), (http://es.wikipedia.org/wiki/Ram%C3%B3n_L%C3%B3pez_Velarde), (http://es.wikipedia.org/wiki/Carlos_Pellicer_C%C3%A1mara).

Cinco favoritos de Jordi Andreu Calvo

Nuestro colega Jodri Andreu Calvo nos recomienda cinco de sus libros favoritos:

El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha
Miguel de Cervantes y Saavedra
Es el LIBRO. A nivel personal, opino que su magia reside en la vigencia que todavía hoy tiene la obra. Y eso que fue escrita en el siglo XVII (1605). Todos, en un momento u otro del texto, encontramos el Quijote interior. La pasión por la vida y sin límites. Me quedo con uno de los versos finales: "Tuvo a todo el mundo en poco, fue el espantajo y el coco del mundo, en tal coyuntura, que acreditó su ventura, morir cuerdo y vivir loco".


Una mujer va al médico
Ray Klunn
Hay un momento en la lectura que dice: "Una mujer va al médico" toca todas las cuerdas del alma humana. Efectivamente así es, un relato sin condiciones ni habladurías, sin vueltas, sin remaches, sin irse por las ramas... directo a la diana de las emociones. Tan directo que estremece, sientes lo que es ser marido de Carmen, hijo de Carmen, padre de Carmen, hermano de Carmen, amigo de Carmen. Revelador, todo queda minúsculo, en cuanto a contenido, en comparación con este libro. También es altamente recomendable la segunda parte: El viudo, del mismo autor.


Así habló Zaratustra
Friedrich Nietzsche
Con una prosa soberbia, te guste o no, Nietzsche te obliga a pensar, formar una opinión al respecto sobre muchísimos temas, tan vigentes antaño como hoy. "Los libros te enseñarán a pensar y el pensamiento te hará libre" decía mi abuelo. Este es uno de esos libros.


El Perfume
Patrick Suskind
Un libro bellísimo en su compleja sencillez, con un final tan apoteósico como inesperado, en cualquier caso sorprendente. Me quedo con la habilidad del autor para describir olores y hacértelos sentir, y con el contexto romántico que envuelve la obra. Un bonito libro.


Seda
Alessandro Baricco
Un libro sobre el amor verdadero, con un final que remueve el alma, envuelto en una bonita historia sobre el comercio de los gusanos de Seda.

He escogido sólo cinco, pero podría hacer una lista de centenares más. Citaré, sin comentario alguno, otros títulos: Vía Revolucionaria (Richard Yates), Caín (José Saramago), La llamada de la Selva (Jack London), La metamorfosis (Franz Kafka), cualquier libro de Chuck Palanhiuk o Quim Monzó, 13.99 euros (Frédéric Beigbeder), El hombre en busca de su sentido (Victor Frankl), El Sueño de Alejandría (Terenci Moix).

Robert McKee, el arte de contar historias


No se pierdan esta entrevista. Robert McKee es uno de los autores que forman parte de nuestra bibliografía básica.

¿Quieres publicar en la primera antología de narrativa del TEC?

El Taller de Escritura Creativa de Sevilla convoca a participar en la elaboración y publicación de su primera antología de narrativa. Estas son las bases:
  1. Podrán participar todos los alumnos y ex alumnos del TEC. 
  2. La antología se publicará bajo el sello Recicla, Edita y Crea (REC) de la editorial sevillana Ultramarina Cartonera. 
  3. La presente iniciativa podrá llevarse a cabo si al menos 10 personas confirman participación. En caso de no confirmarse, la coordinación del TEC reservará los datos de contacto, los textos enviados y postergará indefinidamente la edición y publicación de la antología, en cuyo caso serán avisados todos los participantes que se hayan apuntado. 
  4. La participación consiste en:
    •  Aportar uno o varios textos narrativos inéditos (hasta 10 páginas, Garamond, 12 puntos, 1.5 de interlineado en formato Word .doc). Dichos textos podrán ser ejercicios realizados durante un curso del taller, o bien, escritos posteriormente. La temática y la técnica es libre, pero habrán de ser textos narrativos (primeros capítulos de novela, cuentos o minificciones). 
    • Aportar un breve perfil creativo (máximo medio folio, en el mismo formato del punto anterior), texto acompañado por una fotografía del autor en formato JPEG (resolución mínima de 72 píxeles por pulgada). Este perfil se incluirá en la antología a manera de presentación del autor, justo antes del texto antologado. Mira aquí los ejemplos. 
    • Asistir al taller de reciclado y edición que coordinará la editorial Ultramarina Cartonera el día viernes 13 de enero, de 17 a 20 hrs., en c/Pasaje mallol, 8, int. 4, donde se elaborarán las cubiertas personalizadas de la antología. Mira aquí algunas de las portadas que hacen de Ultramarina Cartonera una propuesta editorial única. Idóneamente, cada participante habrá de elaborar 10 cubiertas durante el taller de reciclado y edición, sin embargo, bastará con que el participante concentre sus esfuerzos en la hechura de una sola portada, con la posibilidad de terminar en casa el resto. 
    • Presentar la antología en Douchka, Salón de té (c/San Luis, 46) junto al equipo de autores antologados y al coordinador de la edición, ante un público conformado por amigos y familiares de los participantes, dando lectura a los textos publicados. La fecha y la hora de la presentación se darán a conocer durante las primeras dos semanas de 2012 a través del blog del TEC y la página en Facebook. Dicha presentación será el evento oficial de clausura de los cursos de otoño y, al mismo tiempo, el evento oficial de inauguración de los cursos de primavera del TEC. 
  5. El taller de reciclado y edición tiene un costo de 50€ e incluye la maquetación, la impresión, el cocido del tiraje completo y el material necesario para la creación de 10 cubiertas cartoneras; cada participante se llevará consigo 10 ejemplares de la antología y podrá descargar todas las versiones electrónicas que deseé del libro, a través de la página web de Ultramarina Cartonera y del blog del TEC, donde además será puesta a disposición de los lectores del mundo entero y podrá ser descargada gratuitamente. Así mismo, será puesta a disposición de los participantes y el público lector en general, una aplicación de lectura de la antología que podrá insertarse en blogs, páginas webs y redes sociales (mira aquí el Volumen 1 del taller REC de Ultramarina Cartonera, ejemplo de cómo podría verse la primera antología de narrativa del TEC). El importe del taller habrá de pagarse, íntegro, a través de un depósito bancario. Los datos y la fecha límite para efectuar el depósito bancario le serán proporcionados al participante a vuelta de correo, una vez que la coordinación reciba su solicitud de participación. 
  6. La fecha límite para entrega de originales es el día 21 de diciembre del 2011, en punto de las 23:59 hrs. Si te apuntas debes enviar una solicitud de participación por correo electrónico a la dirección: free_isra@yahoo.com.mx, con el asunto “Quiero publicar en la antología del TEC” y los siguientes datos: nombre completo, números telefónicos de contacto, dirección de correo electrónico, el o los textos narrativos que te gustaría publicar y el perfil con fotografía. 
  7. Todos los aspectos no contemplados en esta convocatoria, serán resueltos sobre la marcha. Si deseas ampliar información deja un comentario en esta entrada y será contestado lo antes posible. 
Israel Pintor
Coordinador


Cómo no atormentarse con el imperativo de ser "un genio", Elizabeth Gilbert


¡Tienen que ver este vídeo! El manejo argumental es sensacional, elevado y a la vez tremendamente terrenal. Va del proceso creativo, la concepción de la creatividad desde el pensamiento griego y romano, el éxito abrumador del escritor contemporáneo y el miedo a la no superación de ese gran éxito o su perpetuo fracaso en el campo literario, finaliza con una teoría de Elizabeth Gilbert sobre cómo tendría de concebirse el proceso creativo actualmente y cuáles podrían ser los objetivos del ejercicio artístico, particularmente literario.

¡La cuenta, por favor!, Marisol Herrera


            A la hora del café, llegaba todos los días con su bastón y su cartera de mano. Cuidadosamente, colocaba sobre la mesa una libreta, un bolígrafo plateado y un sobre. Se sentaba. Siempre solo, con su barba blanca y sus gafas pequeñas. Abría su cuaderno y comenzaba a escribir.
            Yo lo miraba tras la barra, mientras atendía a los clientes que iban llegando. A esa hora de la tarde, la cafetería no suele estar muy concurrida. La gente va llegando en cuentagotas, los conozco a casi todos, bueno, a los habituales, porque éste es un sitio de paso, céntrico y también entran y salen muchos desconocidos. Hay una hora culminante, en la que todos parecen querer pedir a la vez, y sus voces chocan unas con otras, pero después todo ese barullo se va disolviendo y vuelvo a la tranquilidad de alguna que otra copa o café, y la charla intrascendente de alguien que interrumpe su jornada laboral.
            Pero de todos los asiduos, el único que me interesa es el escritor. Desde hace un año viene por aquí todas las tardes, sobre las seis. Ahora en invierno, es al atardecer. En primavera y verano solía venir más tarde y se sentaba en los veladores de fuera. Con el frío, prefiere una mesita pequeña y redonda de madera oscura, junto al ventanal que da a la avenida. Yo diría que es un sitio diseñado a propósito, porque este bar y cafetería tiene su historia. Ha sido lugar de reunión y tertulia de escritores y poetas. ¿Se puede distinguir entre escritores y poetas? En todo caso artistas. También pintores y algún que otro charlatán.
            Eso me lo contó mi padre que trabajó aquí desde muy joven. Entonces, esto era un “café”, no una cafetería. Y se hablaba de cosas serias y, otras veces, por eso no se hablaba. Había un fondo de clandestinidad, de temas secretos, cuando de la política, me decía mi padre bajando la voz, como si aún viviera en aquellos tiempos, dependía la propia vida. Yo ocupé el puesto de mi padre cuando él murió. Ya había empezado a ayudarle algunos días a la semana para pagarme mis cosillas y parte de mis estudios. No es un trabajo al que quiera dedicarme toda la vida, pero ahora no puedo dejarlo. Y además, justo en este último año, sé que formo parte de algo importante.
            Acaba de entrar el escritor. Yo le llamo así. No es que sea el único escritor que viene por aquí. Otros, que suelen apoyarse en la barra me lo dicen: -Soy escritor. Estoy documentándome para una novela ambientada en el siglo XII. Otro se documenta sobre el siglo XVII, cada uno escoge un siglo. Pero todos están aquí. A veces charlan entre ellos, otras se ignoran. Los hay muy noctámbulos. Beben y riman, citan a autores y ríen entre dientes. Pero el único que se sienta a escribir es el escritor.
            Ahora se sienta, coge su pequeño cuaderno con esas manos finas que tiene y comienza a escribir: “Atardece. La luz no procede del cielo, sino de los edificios que conservan y multiplican en sus ventanas y placas metálicas el último resplandor. El alumbrado de neones está a punto de comenzar”. Quizás ha comenzado así, con un tono algo melancólico. Me da la sensación de que es un hombre solitario, que quizás vivió lo suyo, pero que ahora reflexiona sobre el tiempo vivido. A veces cruzamos la mirada cuando me pide un café cortado en taza con dos azucarillos y un vaso de agua. Manías de escritor. Igual que ese cigarrillo de plástico de los que venden en las farmacias, que siempre tiene a mano. Seguramente fue un fumador empedernido, quizás un trasnochador bohemio, bebedor y frecuentador de ambientes marginales. Aunque parece un señor muy sereno y es muy educado, tiene una vena roja que le atraviesa la gelatina blanca del ojo, como una cicatriz que le hubiera saltado de tanto mirar, de tanto observar. Debe captar dimensiones de la realidad que otros no logramos apreciar. Atenderá a lo que le rodea de manera penetrante. Y a las personas, las entenderá de verdad.
            Podría continuar escribiendo: “El día retrocede. Recuerdo cuando fui marino. El mar cortado por la proa como unas tijeras veloces y la espuma atizándome la cara. Nadie me creería. Pero yo tuve una vida. Hoy, mi proa es este café. El camarero me mira. Es un hombre joven, pero sus ojeras delatan noches de espanto. Su cara no tiene nada de extraordinario. Tan sólo su nariz sobresale y uno ya sabe a quién se va a dirigir antes de que le clave la mirada.” Esto último no lo debería escribir un escritor serio. Mi nariz no es tan grande, y se trata de un comentario cruel, innecesario. ¿Acaso este escritor es un poco cruel? ¿Y si tras su apariencia de sabio intelectual esconde a un energúmeno? No. Seguramente proseguirá diciendo: “El camarero es un hombre solícito, de maneras pausadas, pero en su mirada, cuando se cruza con la mía al servirme el café cortado en taza, con dos azucarillos y un vaso de agua, entreveo un pasado oscuro, misterioso”. Así son los personajes de las novelas, ¿no? Con un pasado turbio y una intriga por descubrir.
            Una señora me inoportuna, ahora que yo soy el protagonista y voy a entrar en escena. Me pide un Martini rojo. Se hace la excéntrica, me pregunta si sé hacer cócteles. Lleva los labios muy rojos, sin línea. Y un jersey a rayas. Son un grupo. Otros llevan también jerséis a rayas. El aire marinero, símbolo de libertad, perdura como residuo de una estética romántica. Porque los artistas que aquí vienen son más libres que otra mucha gente. Se toman su tiempo. Cambian dinero por tiempo. Yo no sé cómo se hace eso. Yo cambio mi tiempo por dinero. Me caen bien, parecen alegres, aunque siempre hay uno de aspecto más sombrío y de aire ausente. A veces, los otros le gastan bromas. Y él sonríe tímidamente. Algunos llevan pañuelos anudados al cuello, caídos como por descuido. Eso les da un aire informal. Los artistas son de por sí, me contaba mi padre, desordenados e inconformistas. Pero mi escritor parece conformarse con sus pocas rutinas de media tarde.
            Seguro que ha sabido percibir mi naturaleza confusa, mis dudas, mi ansiedad y mi deseo de dejar esta ciudad y viajar por el mundo. Quizá así pueda escribir una autobiografía; ¿qué se puede decir del camarero de un bar?, pero él lo sabe y va a embarcarme en su novela, en una intriga sin igual, donde conoceré a una mujer enigmática a la que tendré que seguir sin respiro capítulo a capítulo. Es mi única manera de salir de aquí. Seré un hombre valiente, sometido a circunstancias insospechadas y que me irán cambiando. Conoceré lugares lejanos, con palmeras gigantes y olor a coco. Navegaré desafiando a un mar salvaje. Ya sé que hay muchas historias de aventuras, pero en ésta el interés estará en el personaje principal, un camarero anónimo que, por algún asunto pendiente huye de la ciudad y se lanza a vagar por el mundo. Quizás se trate de una novela negra. Pero entonces, el arranque debería ser más punzante y desconcertante: “El camarero, de pronto, se desanudo el delantal, lo tiró al suelo, pasó por encima dejando la huella de su zapato en su blancura inmaculada y volviéndose a los que le miraban sorprendidos, se despidió teatralmente y caminó hacia el muelle, en busca de un barco.” ¿Podría escribirse un principio así? Mi escritor lo hará del mejor modo.
 Acaba de salir. Vaya, creo que se ha dejado su cuaderno. Lo voy a hacer. Desanudo mi uniforme, lo dejo caer, lo piso, saludo hacia atrás mientras mi jefe me mira atónito y me dirijo rumbo a su cuaderno, a su novela, mi futura biografía. La alegría contenida me atosiga, velas de barcos movidas por el viento soplan en mis pulmones. Me acerco, junto a la taza de café está su cuaderno. Nadie me ve y si no es así, me da igual. Me pertenece. Es mi vida. Lo abro con sumo cuidado, una vida se rompe con menos. Y leo. Leo. Leo cifras. Son números. Una primera página quizás de cálculos de distancias, una bitácora tiene que estar bien documentada. Paso otra hoja. Números, tablas. Busco una línea, una frase, angustiado, perdido. Me seco el sudor de las manos en el pantalón a falta de mi delantal. Es un libro de cuentas.

"Saber parar..." (Raul Nieto Guridi - guridi.blogspot.com)