Esta palabra resume una actitud muy común
desde nuestra infancia y suele ser bastante frecuente, sobretodo cuando tenemos
una obligación un tanto pesada para realizar o ajena de diversión.
Consiste en hacer cualquier cosa excepto
aquello pendiente. Si por ejemplo hemos decidido ponernos a escribir, en ese
momento surgirá una urgencia doméstica del tipo: “voy a poner la lavadora o la
semana próxima no tendré camisetas limpias” o “me parece haber oído el
teléfono”, o “me ha entrado hambre, merendaré antes de ponerme a escribir”, etc. y nos abandonamos a esas otras
actividades.
Procrastinar es una palabra espantosa,
pero ¿quién no ha caído en esta especie de influjo? ¿No es como estar
hipnotizado para hacer justamente lo contrario?
He tardado tres días en empezar a escribir
esto siendo un simple ejercicio literario, pensando probablemente en mi falta
de capacidad para realizarlo. Pues si tuviera seguridad en el resultado,
independientemente de la calificación del mismo, habría podido hacerlo en cinco
minutos, por lo tanto, vuelve a confirmarse: la falta de autoestima o el exceso
de perfeccionismo, es un potente freno a la hora de hacer cualquier cosa. Y
ambas son las dos caras de una misma moneda.
Si en lugar de fomentar la competitividad
en el colegio o en las familias nos hubiesen enseñado a querernos tal como
somos, seríamos personas mucho más seguras y felices. Pero nunca es tarde,
quizás hoy y ahora sea el momento de decir: ¡Qué bien lo hago, salga como
salga!
De esta manera, siento ganas de escribir
no un folio, sino veinte más. ¡Folios en blanco a mí! ¡Dejareis de ser
vírgenes!
La lavadora puede esperar…la merienda,
mejor no.
Yo también soy procastinador,Adela.
ResponderEliminarMe parece absolútamente encantador tu texto.
Soy un recien estrenado alumno de Isra, y estoy encantado con sus impagables clases.