Te empecé a querer demasiado pronto, cuando la vida era, aún, una larga noche que se alimentaba de música, miradas y utopías. Primero te metiste bajo las sábanas de mis pestañas, para luego saltar, como poseída, entre mis cejas, disfrazada de pensamiento. Casi no quise quererte, pero tú me reclamabas para ofrecerme el mundo. Todavía espero ese cielo que me juraste, hace ya, más de dos docenas de años. Y lo peor, es que seguimos viéndonos. Cada jueves, a escondidas, tú y yo. Yo te escucho y tú me invitas a todo cuanto no tengo pero deseo. Mi mano te acaricia levemente antes de despedirnos y decirnos siempre lo mismo: “... si ocurre, ésta habrá sido nuestra última cita.” Luego, como nunca sucede, nos reencontramos cada semana para mentirnos de nuevo y nadar en una hipotética felicidad. Hoy, que a punto estoy de dejar lo nuestro, hago recuento, y, aunque el saldo es favorable, pues tus mentiras fueron los sueños que me mantuvieron en pie, he decidido afrontar la verdad. Y la realidad es que, mientras yo apostaba una y otra vez por lo nuestro, tú te entregabas a otros delante de mis narices. Tu infidelidad fue una carga llevadera, mientras mantuve la esperanza de ser el próximo en tu privilegiada lista… Por todo esto, hoy juro, ante los arcanos de nuestra pasión, que te dejo para siempre. Pese a mi decisión, aún viven en mi memoria las distintas composiciones con que intenté encandilarte. Todas desiguales, seductoras, estudiadas. En ellas iban mi fecha de nacimiento, el día de nuestro primer encuentro, la edad de mis hijos, el número de mi casa... y no sé cuantas más absurdas combinaciones, todas infructuosas. Vana ilusión, marchita flor, esperanza asesinada con nocturnidad y alevosía. Otros te gozarán, yo ya renuncio. Hoy, como Ulises, me amarro al palo mayor de la certeza, para no sucumbir más a tus cantos de sirena. Y, por favor, no oses devolverme nada de cuanto te di. Quédatelo todo.
En esto del amor, o todo o nada, no quiero ser tu amigo por un despectivo reintegro. Ah, y dile a la madre que te parió, que la idea era buena, vender ilusión. Pero el desigual reparto no equilibra la balanza. No hay ecuanimidad entre los que invertimos todas nuestras quimeras y los que sólo recaudan sin más gastos que un bombo y siete bolas de plástico (seis más el complementario).
Lo intenté, pero no pudo ser. Hasta nunca, amor mío. No tiro más un euro en la primitiva.
enhorabuena!!!
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