El dolor es el destello del lagarto feroz
Que abre sus mandíbulas al sol,
Mientras en la playa naranja suena la música de la culpa.
Llegamos a la casa
Hartos de gruñidos y traiciones,
Tostados en esos días melancólicos, por no cubrirnos con el bronceador de la alegría.
Llegamos, repito, y doblamos nuestro desengaño,
Lo guardamos en el cajón de la ropa interior.
Nos vestimos de ceguera y recelos.
Regamos con llanto las plantas del jardín
Y soñamos con la esperanza,
Con aquellos jóvenes susurros,
Despojados de negrura y congoja.
Abrazamos el astro que nos alumbra
Que no es otro, sino la resignación.
Y en la noche nos tumbamos
En la arena extinta de la prehistoria.
Jugamos a hacer sexo de la ira
Y buscamos la sacudida final de los omnívoros….
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