Cuando se habla del arte y del trabajo del artista, la mayoría de la gente se pone nerviosa y se resiste: “el arte no me da de comer, y ahora mismo estoy ocupado. Tengo que ir a clase, estoy ocupado, debo llevar a mis hijos al colegio… no tengo tiempo para el arte.” Hay cientos de razones por las que no podemos ser artistas ahora mismo. ¿No les vienen a la cabeza? Hay tantas razones por las que no podemos serlo. De hecho no estamos seguros de por qué deberíamos serlo. ¿Por qué debemos ser artistas? Es más fácil encontrar razones por las que no deberíamos serlo. Y yo me pregunto, ¿por qué la gente se resiste instantáneamente a asociarse con el arte?
Así empieza otra gran conferencia en TED, está vez dictada por el novelista surcoreano Young-ha Kim. El título original de la conferencia es Sé un artista, ¡ahora mismo!, pero ya que se habla del arte desde la perspectiva del escritor, y que es bastante prudente en el contexto del blog donde se publica, he modificado ligeramente el título. La traducción fue echa por Emma Martínez Díaz. Yo me voy a permitir parafrasear y modificar ligeramente algunas frases para hacer más fluido el discurso. Aunque lo ideal es escuchar y ver al escritor impartiendo la charla, me permito compartir el texto de la misma en este post, para hacer más cómodo el consumo del discurso, puesto que escuchar y ver el vídeo, ya que está en un idioma ajeno, quizá es una experiencia más incómoda.
Quizá piensas que el arte es para la gente muy inteligente, continúa dicienco Young-ha Kim, o para los que han recibido una buena formación profesional. Y algunos quizá crean que se han alejado demasiado del arte. Puede que sea cierto, pero yo no lo creo.
Todos somos artistas. Si tienen hijos, saben de lo que hablo. Casi todo lo que hacen los niños es arte. Dibujan en las paredes con lápices de colores. Bailan una danza extraña y tenemos que escucharlos cantar. Puede que su arte sea algo que sólo sus padres soporten y como patrocina este arte todo el día la gente se cansa un poco con los niños. Los niños a veces representan pequeños dramas: jugar a la casita es, desde luego, una obra teatral. Y algunos críos, cuando crecen un poco, empiezan a mentir. Normalmente los padres se acuerdan de la primera vez que su hijo mintió. Se quedan atónitos. “Ahora veo cómo eres”, dice la madre y piensa: ¿por qué tuvo que parecerse a su padre? Le pregunta al niño: “Qué clase de persona serás?” Pero no deben preocuparse. El momento en el que los niños empiezan a mentir es cuando comienza la narración. Están hablando de cosas que no han visto. Es increíble. Un momento maravilloso. Los padres deberían celebrarlo. “¡Hurra. Mi hijo ha empezado por fin a mentir!” ¡Eso merece una celebración!
Por ejemplo, un niño dice: “Mamá, ¿adivina qué? Me encontré con un extraterrestre de camino a casa.” Y la madre típica responde: “Déjate de tonterías.” Pero un progenitor ideal sería el que le contestara algo así: “¿Sí? ¿Un extraterrestre? ¿Cómo era?, ¿te dijo algo? ¿Dónde te lo encontraste? ¿Ehhh?, ¿frente al supermercado?” Cuando tienes una conversación como esta, el niño tiene que pensar en algo qué decir para poder seguir lo que ha empezado. Y pronto se desarrolla una historia. Por supuesto es una historia infantil, pero tener que pensar en una frase tras otra es lo mismo que hace un escritor profesional como yo. En esencia, no es distinto.
Roland Barthes dijo una vez sobre las novelas de Flaubert: “Flaubert no escribió una novela, simplemente conectó una frase tras otra. El Eros entre líneas, esa es la esencia de la novela de Flaubert.” Es cierto, una novela es básicamente escribir una frase y luego, sin transgredir el alcance de ésta, escribir la siguiente. Y continúas conectándolas.
Consideren esta frase: “Cuando Gregorio Samsa despertó una mañana después de un sueño intranquilo, se encontró sobre su cama convertido en un monstruoso insecto.” Sí, es la primera frase de La metamorfosis, de Franz Kafka. Al escribir una frase tan injustificable como esta y continuar para poder justificarla, la obra de Kafka se convirtió en una obra maestra de la literatura contemporánea. Kafka no le enseñó su trabajo a su padre. No se llevaban bien. Escribió este libro completamente solo. Si lo hubiera hecho, su padre probablemente hubiese pensado: “Mi hijo se ha vuelto loco.” Y es cierto. El arte consiste en volverse un poco loco y justificar la siguiente frase, lo que no se diferencia mucho de lo que hace un niño.
Un niño que empieza a mentir ha dado su primer paso como narrador. Los niños crean arte. No se cansan y se divierten haciéndolo. Hace unos días fui a la isla e Jeju. A la mayoría de los niños, cuando van a la playa, les encanta jugar en el agua. Pero algunos pasan mucho tiempo en la arena, haciendo montañas y océanos… bueno océanos no, pero cosas distintas: gente, perros, etc. Y sus padres les dicen que las olas los destrozarán. En otras palabras, que es inútil. Un esfuerzo innecesario. Pero a los niños no les importa, se divierten y continuar jugando en la arena. No lo hacen porque alguien les haya mandado. Ni su jefe, ni nadie, simplemente lo hacen.
Cuando eran pequeños, seguro que pasaban tiempo disfrutando del placer del arte primitivo. cuando les pido a mis alumnos que escriban sobre su momento más feliz, muchos lo hacen sobre una experiencia artística que tuvieron de niños, como aprender a tocar el piano y tocar con un amigo a cuatro manos, o representar una sátira ridícula con sus amigos en la que parecían idiotas, cosas así. O en el momento que revelaron la primera película que grabaron con una cámara vieja. Hablan de este tipo de experiencias. Todos hemos tenido momentos así. Y en ese momento el arte no nos parece un trabajo, porque no es trabajo. El trabajo no nos hace felices, ¿verdad? Generalmente es arduo. El escritor francés Micheel Tournier tiene una frase conocida, algo pícara, de hecho: “El trabajo cansa, lo que es prueba de que va contra la naturaleza humana.” ¿Verdad? ¿Por qué habría de cansarnos el trabajo si fuese natural? El ocio no nos cansa. Podemos pasar toda la noche jugando. Si trabajamos de noche, tienen que pagarnos horas extras. ¿Por qué? Porque es agotador. Pero los niños normalmente crean arte para divertirse. Es un juego. No dibujan para vendérselo a un cliente, ni tocan el piano para ganar el sustento para la familia. Desde luego, hay niños que tuvieron que hacerlo.
Wolfgang Amadeus Mozart tuvo que recorrer toda Europa para ganar dinero para su familia, pero eso fue hace siglos, así que podemos considerarlo una excepción. Desgraciadamente, en algún momento nuestro arte, ese pasatiempo tan agradable, se acaba. Los niños tienen que ir al colegio, hacer los deberes y por supuesto ir a clases de piano y ballet, pero ya no son divertidas. Te obligan a ir y es muy competitivo. ¿Cómo puede ser divertido? Si estás en primaria y aún dibujas en las paredes, seguro que tu madre te regañará. Además, si continúas comportándote como un artista cuando creces, sentirás que la presión aumenta: la gente cuestionará tus actos y te pedirá que te comportes correctamente.
Esta es mi historia: cuando estaba en octavo curso, me inscribí en un concurso de dibujo en el colegio. Estaba haciéndolo lo mejor que podía y mi profesor se acercó y me preguntó: “¿Qué haces?” “Me estoy esmerando en hacer este dibujo”, dije. “¿Por qué usas sólo el color negro?” Era cierto, estaba coloreando ansiosamente el cuaderno de dibujo en negro. Le expliqué: “Es una noche oscura y hay un cuervo posado en una rama.” Y mi profesor contestó: “¿De verdad? Bueno, Young-ha, puede que no seas bueno en dibujo, pero tienes talento para la narración.” O eso es lo que me gustaría que me hubiese respondido. “¡Ahora verás, mocoso!”, fue la respuesta. “¡Te has metido en un buen lío!”, dijo. Supuestamente teníamos que dibujar el palaicio de Geyongbokgung, el Pabellón Gyeonghoeru, etc., pero yo estaba pintándolo todo en negro, así que me sacó del grupo. había muchas chicas, así que me sentí completamente mortificado. Mis explicaciones y excusas no sirvieron de nada y me llevé un buen castigo. Si hubiese sido un profesor ideal, hubiese respondido como les mencioné antes: “Puede que no tengas talento para dibujar, pero tienes un don para inventar historias.” Eso me habría animado a inventar historias. Pero es raro encontrar un profesor así.
Más adelante, cuando crecí y fui a los museos europeos (estaba en la universidad) y pensé que era muy injusto. Miren lo que encontré. [Se muestra una pintura completamente negra.] Obras como ésta estaban expuestas en Basilea mientras a mí me castigaban a estar de pie frente al palacio con el dibujo en la boca. Mírenlo, ¿no paree papel de empapelar? El arte contemporáneo, como descubrí más tarde, no se explica con una excusa pobre como la mía. No se inventa uno cuervos. La mayoría de las obras no tienen título. En cualquier caso, el arte contemporáneo del siglo XX consiste en hacer algo extraño y rellenar el vacío con explicaciones e interpretaciones, que es básicamente lo que hice yo. Por supuesto, mi trabajo era el de un aficionado, pero veamos otros ejemplos más conocidos. Esto es de Picasso. [Muestra la obra.] Insertó un manillar en un sillón y lo llamó “Cabeza de toro”. Suena convincente, ¿verdad? El siguiente es un urinario [muestra la obra], titulado “La fuente”. Este es de Duchamp. Así que, rellenar los vacíos entre una explicación y un acto extraño con historias: de eso se trata el arte contemporáneo. Picasso incluso afirmó: “No dibujo lo que veo, sino lo que pienso.” Sí, significa que yo no tenía por qué dibujar el Palacio de Geyeonghoeru. Desearía haber conocido esta cita de Picasso entonces, para poder defenderme ante mi profesor. Desgraciadamente, los pequeños artistas que llevamos dentro, son estrangulados antes de tener la oportunidad de luchar contra los opresores del arte. Se quedan encerrados. Esa es nuestra tragedia. Y, ¿qué pasa cuando se encierra, se destierra o se asesina a esos pequeños artistas? Nuestro deseo artístico desaparece. Queremos expresarnos, revelarnos, pero con el artista muerto, el deseo artístico se revela de una forma oscura.
En los karaokes, siempre hay alguien que canta “She´s gone” u “Hotel California”, haciendo que tocan la guitarra. Normalmente suenan fatal. Realmente mal. Algunos se convierten en loqueros de esa manera, otros bailan en discotecas. Gente que hubiese disfrutado contando historias acaban navegando por Internet toda la noche. Así el talento narrativo se acaba revelando en el lado oscuro. A veces vemos a padres más entusiasmados que sus hijos jugando con Legos o construyendo robots de plástico. Dicen: “No lo toques, papá de lo construirá.” El niño ha perdido el interés y está haciendo ya otra cosa, pero el padre construye castillos él solo. Esto demuestra que los impulsos artísticos que llevamos dentro se reprimen, no desaparecen. Pero a menudo pueden revelarse de una manera negativa, en forma de celos. ¿Cónocen la canción “I would love to be on TV” [“Me gustaría estar en la tele”]? ¿Por qué nos gusta? La televisión está llena de gente que ha hecho lo que nosotros hubiésemos querido pero nunca conseguimos hacer. Bailan, actúan, y cuanto más lo hacen, más elogios reciben. Así que empezamos a tener envidia. Nos convertimos en dictadores con un mando a distancia y empezamos a criticar a la gente de la tele. “No sabe actuar.” “¿A eso le llama cantar? ¡Desafina!” Decimos este tipo de cosas con facilidad. Estamos celosos, no porque seamos malos, sino porque tenemos pequeños artistas reprimidos dentro de nosotros. Eso es lo que pienso. ¿Qué deberíamos hacer entonces?
Tenemos que empezar a crear nuestro propio arte, inmediatamente. Ahora mismo, podemos apagar la tele, cerrar la sesión de Internet, levantarnos y empezar a hacer algo. En la escuela de arte dramático sonde doy clase, hay un curso de teatro en el que todos los alumnos tienen que representar una obra teatral. Sin embargo, quienes tienen interpretación como asignatura principal no pueden actuar. Pueden escribir la obra, por ejemplo, y los escritores pueden trabajar en arte escénico. Asimismo, los artistas escénicos pueden ser los actores, y así va la representación. Al principio, los alumnos se preguntan si serán capaces, pero luego se divierten. Es muy raro ver a alguien que no esté contento representando una obra. En clase, en el ejército o incluso en un psiquiátrico, una vez fuerzas a la gente a actuar, lo disfrutan. He visto esta situación en el ejército: muchos se divierten representando obras teatrales.
Tengo otra experiencia que contar: durante mi clase de escritura, les doy a mis alumnos una tarea especial. Tengo alumnos como ustedes, en clase, muchos no se especializan en escribir. Algunos tienen grados en arte o música, y creen que no pueden escribir. Así que les doy unas hojas en blanco y un tema. Puede ser algo sencillo como: escriban sobre la peor experiencia que tuvieron en su infancia. Pero hay una condición: escribir sin parar. ¡Como locos! Camino por la clase y los animo: “¡vamos, vamos!” Tienen que escribir sin parar durante una o dos horas. Solo les doy cinco minutos para pensar. La razón por la que les hago escribir sin parar es porque cuando escribes despacio y te vienen montones de cosas a la cabeza, el diablo artístico se cuela a hurtadillas. Y te dará cientos de razones por las que no puedes escribir: la gente se reirá de ti, ¡esta redacción no es buena! ¿Qué clase de frase es esa? ¡Mira qué caligrafía! Te dirá muchas cosas. Tienes que ir deprisa para que el diablo no te pile. Las mejores redacciones que he visto en clase no son de las tareas con un plazo de entrega amplio, sino las de cuarenta o sesenta minutos en las que los alumnos escriben sin parar delante de mí con un lápiz. Entran en una especie de trance. Después de treinta o cuarenta minutos ya no saben ni lo que escriben. Y en ese momento, aparece el molesto diablo. Así que esto es lo que les digo: no son las cientos de razones por la que no podemos ser artistas, sino la única por la que debemos serlo la que nos convierte en artistas. El por qué no podemos ser algo no es lo importante. La mayoría de los artistas lo son por esa única razón. Cuando sacamos el diablo de nuestro corazón y empezamos a crear nuestro arte propio, los enemigos llegan desde fuera. En general, tienen la cara de nuestros padres. A veces se parecen a nuestras parejas, pero no son ni nuestros padres ni nuestras parejas. Son diablos. Diablos. Vinieron a la Tierra transformados brevemente para evitar que seamos artísticos, que nos convirtamos en artistas. Y tienen una pregunta mágica. Cuando decimos: “Creo que voy a intentar actuar, hay una escuela de arte dramático en el centro comunitario”, o “Me gustaría aprender canciones en italiano”, nos preguntan: “Ah, ¿sí?, ¿una obra?, ¿para qué?” La pregunta mágica es: “¿Para qué?” Pero el arte no es para algo. El arte es el objetivo final. Salva nuestras almas y hace que vivamos más felices. Nos ayuda a expresarnos y a ser felices sin la ayuda del alcohol o las drogas. Así que la respuesta a una pregunta tan práctica como esta es (tenemos que ser atrevidos): “Bueno, para divertirme. Lo siento por pasarlo bien sin ti.” Es lo que deberías decir. “Voy a hacerlo de todas formas.”
Imagino un futuro ideal donde todos tenemos múltiples identidades, por lo menos una de las cuales es la de un artista. Una vez en Nueva York me subí en el asiento trasero de un taxi, y justo allí mismo había algo relacionado con una obra de teatro. Así que le pregunté al taxista: “¿Qué es esto?” Me dijo que era su perfil. “¿A qué te dedicas entonces?”, le pregunté. “Soy actor”, me contestó. Era taxista y actor. Le pregunté: “¿qué papeles haces normalmente?” Muy orgulloso, me dijo que hacía del rey Lear. El rey Lear. “¿Quién puede decirme quién soy?” …una gran línea del rey Lear. Ese es el mundo con el que sueño. alguien que es golfista de día y escritor de noche. O taxista y actor, banquero y pintor, que cree su propio arte, en público o en privado.
En 1990, Martha Graham, la leyenda de la danza moderna, vino a Corea. La gran artista, que ya pasaba de los noventa años, llegó al aeropuerto de Gimpo y un reportero le hizo una pregunta típica: “¿Qué haya que hacer para convertirse en una gran bailarina?” ¿Algún consejo para los aspirantes coreanos a bailarines?” Era una maestra. En 1948 ya era una artista aclamada. En 1990, le hicieron la pregunta. Y ella contestó: “Sólo hazlo.” ¡Vaya! Me emocioné. Sólo eso y se fue del aeropuerto. Eso es todo. Así que, ¿qué hacemos ahora?
Transcripción y parafraseo: Israel Pintor.
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