El pasado fin de semana se realizó nuestro primer retiro de escritura en un tranquilo cortijo de Cazalla. Allí me hice rodear de un grupo de personas interesantísimas y muy creativas. Raphaelle, Pilar, Juan, Rosa y Marta. Gente llena de pasiones y ganas de enfrentarse a la creación literaria con el alma y el corazón. Durante un fin de semana entero nos hemos dedicado principalmente a escribir, sin dejarnos mucho tiempo de lado, procurando el debate y la convivencia. Desayunamos, comimos, merendamos y cenamos juntos. Todos nuestros encuentros estuvieron aderezados de buen rollo, empatía y respeto. Descansamos, escribimos, nos renovamos por dentro y por fuera. Abrimos nuestros corazones sin remedio, empujados por esa ilusión de transmitir una idea y un sentimiento a través de la palabra. Ha sido una de las mejores experiencias que he tenido en materia de talleres de escritura. Me encanta reproducir el modelo de convivencia, retroalimentación y compenetración entre creadores que he conocido y aprendido en la Fundación Antonio Gala y el Fondo Nacional para la Cultura y las Artes de México. Esta ha sido la primera experiencia, pero no será la última. Haremos otro en invierno: en plan recogimiento, chocolate caliente y chimenea. ¿Se lo imaginan? Uff, ya estoy deseando. Mientras les comparto unas fotos y un vídeo, esperando contagiarles del entusiasmo que reflejamos todos.
Antes de irme, me atreveré a compartir una breve reflexión que hice uno de esos días. No sé, en una de esas les dice algo. Estaba yo tomando el fresco por la mañana, antes de que arreciara el calor del medio día. Me acaban de dar un baño y, como es habitual, mis pensamientos se revolvían dentro de mi cabeza. De pronto estallé en risas, parecía un loco. La gente que también se bañaba en la piscina me miró como preguntándose si eran ellos los que me hacían gracia. Nada más lejos. Estas líneas me vinieron después:
"Me fascina una cosa de bañarse en verano: sabes que el agua está fresca, es medio día y hace calor. Tu cuerpo está caliente, por eso te acercas a la piscina. Tienes dos opciones: tocar el agua con un pie y comprobar la temperatura, para luego meterte poco a poco y atravesar el cambio brusco de temperatura asimilado despacio cómo el agua te cubre ciertas partes de la piel; o pegar un brinco y mojarte del tirón. Esta última opción es la que me tiene fascinado. Normalmente elijo la primera porque soy pesimista y melancólico, pero estos últimos días me he decantado por la segunda opción. Es increíble la sensación que tengo un instante antes de entrar en el agua. Aún no siento el fresco, el contraste no se ha realizado aún, pero ya estoy reaccionando a ello y grito. Me sale un grito ahogado de saber que viene el fresco: que viene la intensidad, el golpe, lo súbito. Pensarlo me hace reír de nervios. La vida tiene mucho de esto. La vida muchas veces es como tirarse a una piscina. Y podemos elegir cómo tirarnos... Y aprender algo de ello."
Israel Pintor.
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De izquierda a derecha: Raphaelle, Pilar, Juan, Rosa y Marta. |
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Marta con las manos en la masa. |
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Tertulia entre Marta y Juan, poco antes de comer. Lo que hace el hambre... |
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Ella es Rosa. ¿No les encanta la ilusión que refleja su rostro? |
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Rosa, Juan, Raphaelle y Marta. |
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Pilar. Aunque todos le decimos Pily. |
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En la foto sale Rosa y el puño de Juan, pero todos escuchábamos con atención el cuento de Marta. |
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Marta. |
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Rosa escribe una novela. Apunta maneras. |
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Llegó un punto en que todos queríamos intervenir. Se nos notaba el interés. |
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Esta es mi foto favorita. Reflejo fiel del buen rollo. |
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Un servidor y Raphaelle. |
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En plan reflexivo. |
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Con Marta. |
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Con Rosa. |
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Con Pily. |
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El último baño y nos vamos. |
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Pily. |
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Raphaelle, inspirada. |
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Un servidor, Francisco (hospedero) y Juan. |
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A Juan le dio por usar una de esas App que transforman las fotos en dibujos. |
Habrá este año una segunda edición?
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