Google+ Taller de Escritura Creativa de Israel Pintor en España: ¿Por qué y para qué escribo?, Bego Guerrero

¿Por qué y para qué escribo?, Bego Guerrero

Por mí. Para mí. 
Fui una niña que rara vez pedía juguetes en su carta a los Reyes Magos. Fui una niña que deseaba que llegara el verano para poder pasarse media mañana recorriendo los pasillos de la biblioteca, eligiendo historias que poder disfrutar el resto del día. Fui una niña que cenaba con prisas para poder irse pronto a la cama a leer un ratito antes de que llegara su hermana y apagara la luz. Fui una niña que corregía a sus amigas las notitas que se intercambiaban en clase… y a pesar de eso, de ser una niña potencialmente solitaria, gocé de buenas y duraderas amistades y he disfrutado tanto de ellas, como de un buen libro.
Fui también una niña que ganaba casi cada semana el concurso de redacciones de mi clase. Tendría entonces unos diez años y se ve que la fama, al final se me subió a la cabeza y descubrí que a la gente le gusta escuchar historias. Así que yo las inventaba y escribía en las hojitas perfumadas que nos intercambiábamos en algunos recreos. 
Luego me convertí en guionista e inventaba diálogos basados en las historias del Equipo A o de Dragones y Mazmorras para que mis compañeros dejaran de comunicarse mediante onomatopeyas y lo hicieran como los actores que creían ser.
Después coqueteé con el relato erótico y me pasaba las horas de física y química escribiendo palabras tomadas por un ejército de hormonas. Lo hacía a medias con Ana, mi amiga eterna. Teníamos previsto ser las dos primeras adolescentes en ganar un premio Sonrisa Vertical pero la madurez se interpuso en nuestro camino y olvidamos el género, lo cual desilusionó al pequeño pero fiel, círculo de oyentes que teníamos. 
Y desde entonces, las palabras siempre me han acompañado. Nunca dejé de leer y nunca dejé de escribir. En ocasiones pienso que es la evolución lógica para quien de verdad ama leer: querer imitar a quien se lee. Siempre la imitación fue el germen de la originalidad. Y esto que es a priori una paradoja, puede observarse a lo largo de toda la Historia de la Literatura. El autor de El Lazarillo de Tormes bebió de la fuente de El Asno de Oro de Apuleyo; Cervantes de la del Amadís de Gaula; Lorca de la de Victor Hugo… y esto sólo por poner tres famosos ejemplos.
Empecé a escribir porque quería ser capaz de contar mis propias historias y quería ser capaz de hacerlo tan bien como los autores que me han ido acompañando por la vida. Ahora sé que aunque no sea posible tocar la luna con la mano, no tienen nada de malo querer seguir intentándolo.
Escribo porque cuando lo hago, estoy a solas conmigo misma, con mi cabeza, con mi corazón. Escribo porque cuando me siento ante la hoja en blanco, no siento miedo, siento emoción; la misma que sentía los viernes porque podía quedarme más tiempo despierta y leyendo. 
Escribo porque me gusta que las palabras no se las pueda llevar el viento si yo no quiero. Y si quiero, puedo hacerlas desaparecer.
De modo que sólo escribo porque me hace feliz.
Lorca fue un niño de pies planos y piernas asimétricas que no participaba en los juegos propios de su edad por su poca agilidad física; pero a él le gustaba observar cómo lo hacían los demás. Todo lo que percibían sus ojos, lo plasmaba luego su mano y es fácil encontrar guiños a su vida de niño en su pueblo, salpicados por toda su obra. Él prefería recitar sermones religiosos ante un público formado por su familia y el servicio de su casa a los que pedía como única condición, que lloraran durante el mismo. Disfrutaba contando sus historias y provocando (aunque fueran ficticios) algún sentimiento en los demás.
Lejos de compararme con él (esto no es querer tocar la Luna con las manos, es querer tener un piso en Marte), lo cito por la inmensa admiración que le tengo y por lo mucho que he aprendido de él. Y yo, como pudiera hacerlo el más inmenso poeta que mi juicio conoce, escribo para provocar sentimientos; para arrancar risas, alguna lágrima, alguna muestra de cariño hacia mí.
Escribo para que quien quiera leerme, pase un rato distraído, ameno, agradable. Y esas son todas mis pretensiones. Escribo para ser feliz mientras lo hago y mientras me leen. Escribo para mí, porque al final, todo son recompensas.
De modo que sólo escribo para ser feliz.

Fuente: http://literaturaypoesia20.blogspot.com.es

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