Google+ Taller de Escritura Creativa de Israel Pintor en España: marzo 2017

Convocatoria primavera-verano 2017



16 de marzo, 2017

El Taller de Escritura Creativa convoca a inscripciones para el siguiente ciclo de la temporada primavera-verano, que abarca los meses: abril, mayo, junio, julio y agosto del año 2017. Estas son las bases:
    Podrán inscribirse todas las personas interesadas en la literatura, particularmente en la narrativa desde una perspectiva creativa y analítica. Se ofrecen plazas para ingresar a los cursos:

    CURSOS DE PRIMAVERA
    A lo largo de los siguientes meses se impartirán tres cursos intensivos de iniciación, uno por mes. Este curso resume la esencia del programa de un curso largo de iniciación.
    4 sesiones
    presencial / grupal
    79€

    junio
    26, 28, 29 y 30
    En todos los casos de 18 a 20 hrs. y viernes de 17 a 19 hrs.


    CURSOS DE VERANO
    Por primera vez se van a impartir cursos completo de iniciación durante el verano, un curso por mes. El primero en julio y el segundo en agosto. Este es el curso que normalmente se imparte en temporada larga. Se recomienda para personas que tienen muchas ganas de aprovechar al máximo su verano y exprimir todo el jugo a este curso durante un mes muy intenso de aprendizaje y escritura diaria. Si quieres más que sólo la esencia, este curso es el adecuado para ti. Aprende a construir historias.
    12 sesiones
    presencial / grupal
    200€

    julio
    lunes, miércoles y viernes, de 9 a 11 hrs.
    comienza el día 3


    La inscripción se hace rellenando el formulario de la sección “Inscripción” de este blog. 

    Una vez enviado el formulario de inscripción, el alumno habrá de efectuar el pago a través de cualquiera de los siguientes métodos:
    • Trasnferencia bancaria (BBVA / IBAN: ES78 0182 7706 4402 0163 9140 / Titular: Jaime Israel G. Pintor Morales). El alumno habrá de enviar el comprobante de pago o notificar la transferencia por correo electrónico a la dirección: israelpintorm@yahoo.com; o a través de cualquier medio indicado en el apartado "Contacto" de este blog.
    • Con tarjeta de débito o crédito a través de la pasarela de pago PayPal (no es necesario tener cuenta PayPal). Para ello habrá de ir al apartado "Pagar" de este blog y seguir las instrucciones.
    • Usando el saldo de tu cuenta PayPal (es necesario haber transferido saldo a tu cuenta PayPal desde tu cuenta bancaria), dando clic a uno de los enlaces siguientes, según el importe a pagar:
    Curso de iniciación:
    https://www.paypal.me/israelpintor/200
    Curso intensivo de iniciación:
    https://www.paypal.me/israelpintor/79
    Si se realiza el pago a través de PayPal, ya sea con tarjeta o saldo, no es necesaria la notificación del pago por correo electrónico, ya que el sistema requiere datos de identificación.
    La plaza será reservada, única y exclusivamente, cuando sea efectuado y comprobado el pago.

    El periodo de inscripción abarca desde la fecha de publicación de esta convocatoria y hasta el día mismo en que comienzan las clases en cada uno de los cursos convocados.

    Todas las clases se impartirán en Ronda de Capuchinos 4, escalera 3, local 1, 41003, (aula A3), frente al Centro Cívico San Julián, en el Casco Antiguo de Sevilla, esta locación corresponde al centro de formación artística Aires Creativos, que acoge al Taller de Escritura Creativa.

    Conoce las opiniones de otros alumnos que ya han tomado este curso:









    El donante, por Francisco Argüelles

    Teresa y Aníbal aguardaron los resultados de los estudios clínicos. Aníbal estaba adusto y con un vaivén en las piernas. Teresa lo observó con esperanza y le apretó la mano tiernamente.
    —Les tengo excelentes noticias, Teresa. Tú y Aníbal son compatibles para hacerte el trasplante renal. Claro, si Aníbal está de acuerdo —dijo el médico
    Teresa y el doctor fijaron la mirada sobre Aníbal. Él se quedó callado.
    —Deben decidir pronto. Toma en cuenta, Aníbal, que el problema de Teresa es grave y la lista de pacientes es larga, si es que deciden esperar por el riñón de otro donante. Es vital que se le haga el trasplante.
    —Programe la operación, doctor —contestó Aníbal.
    —Muy bien, entonces en un mes será. 
    —¿Y es peligroso el trasplante para ambos, doctor? —preguntó Aníbal.
    —Tiene sus riesgos, como todo proceso quirúrgico, pero puedo decirte que el porcentaje de éxito es más del noventa por ciento.
    Aníbal asintió sin parpadear mientras apretaba la mandíbula.
    Fue después de que el médico confirmó el trasplante que Aníbal tomó en serio el asunto. Había deseado no ser el candidato para donar el riñón a Teresa. Pensó que se libraría de la responsabilidad y podría seguir con ella al menos hasta que encontrara otro donador y le hicieran la operación. Pero el destino dictó lo opuesto. Se sintió asfixiado y sin opciones. Teresa no tenía amistades en la capital. Provenía de un pueblo donde vivía junto a su madre, que también estaba enferma.  

    En su trabajo, ninguno de los compañeros a los que Teresa confió su problema, tuvo el atrevimiento de ofrecerse como donante o ayudarle a buscar uno. Las amigas de su pueblo estaban casadas y tenían hijos. Nunca correrían el riesgo de una operación de trasplante en nombre de la amistad.

    —¿Estás loco, Aníbal? Por favor deja a esa mujer. ¿Por qué no le pide a algún familiar que le done el riñón? ¿Verdad que no quieren? No son tontos como tú.
    —No puedo dejar así a Teresa, mamá.
    —No te jodas la vida. Tú no sabes si vas a estar con ella siempre. Puedes conocer a otras mujeres de tu edad. Se está aprovechando de ti porque eres más joven. ¡Te puedes morir!
    Entonces Aníbal consideró hablar con Teresa. Quiso explicarle que no estaba preparado, que su familia se oponía. Pero no podía demorarse, era una cuestión de meses, de vida o muerte. Le pesó imaginarse la escena: Teresa agacharía la cara con las lágrimas a punto de estallar  pero finalmente se mostraría comprensiva. Él luciría monstruoso.
    Ella es noble, me quiere. ¿Y yo? –pensó.
    La conoció en el comedor de la universidad. Él era un profesor y ella era una de las secretarias del departamento de ingeniería. Teresa le coqueteó con una sonrisa y un ligero levantamiento de nalgas. Lo encandiló con su escote pronunciado, piel morena y sus piernas gruesas, que le parecieron dulces y duras como caramelo macizo.
    Maldijo que Teresa enfermara, que se marchitara, que le hubiera tocado a él esta etapa de la su vida. Su plan era perfecto: disfrutarla unos meses, cogérsela hasta hartarse y después decir adiós para comenzar con la siguiente. Teresa era una mujer madura, no se imaginaba con ella para siempre. Aníbal ya estaba en la última etapa de su plan porque había conocido a Melissa cunado Teresa fue diagnosticada. No se asumía tan canalla como para dejar a Teresa en ese momento crítico.
    Pinche suerte perra, pensó. Ni modo, tengo que ayudarla. Puedo vivir con un riñón y además el médico ya me confirmó que nada me va a pasar. Melissa no tiene por qué saberlo, intentó convencerse.

    La pareja llegó al hospital a internarse un día antes de la operación. La sala de espera estaba saturada de enfermos. Aníbal percibió un olor penetrante a medicinas que le incomodó. Sintió nauseas cuando vio a un hombre descalzo en el suelo que tenía en las piernas unas llagas y ámpulas rojas a punto de explotar. Después se pasmó al ver en un pasillo a una persona con un pequeño agujero en el estómago que mostraba algo blanduzco y grisáceo Es el intestino, así voy a andar yo: con un hoyo en la panza, pensó.
    Se registraron en la recepción. Una enfermera les preguntó sus datos y después les pidió que la acompañaran al segundo piso. Ahí el médico les explicó que para llevarse a cabo el trasplante, debían firmar la hoja del consentimiento. Cuando Aníbal firmó, el papel se le quedó pegado en la mano debido al sudor. Teresa, al darse cuenta lo abrazo por la espalda y recargó la cabeza sobre su hombro.
    —No tienes que hacerlo si no estás seguro. No te preocupes, entiendo que no es una decisión fácil.
    —No digas tonterías. Claro que quiero y sabes que lo hago porque te amo, tonta. —Aníbal esquivó la mirada de Teresa.
    La enfermera señaló sus habitaciones, separadas tan solo unos metros en el mismo pasillo. Se despidieron y besaron varias veces. Aníbal la abrazó fuertemente. Después se dirigió a su habitación cargando con esfuerzo una maleta llena con mudas de ropa. Se acordó de lo que su madre le había aconsejado. Antes de cerrar la puerta, Aníbal envió un beso a Teresa, que lo observaba desde la puerta del otro cuarto.
    Para Aníbal era evidente que Teresa estaba intranquila pero confiaba en que todo saldría bien. No le había dicho nada a su madre para no preocuparla. Nunca se enteraría por lo que estaba pasando gracias a Aníbal. ¿Se estará pensando que luego nos vamos a casar y todo?, se preguntó Anibal mientras se despojaba de sus ropas. Me consentirá, seré su rey. Después de esto no podremos estar más unidos. Si al final va a ser que la quiero de verdad, que esto es la prueba defintivia. No cualquiera dona un riñón. ¿Eso voy a decirle? ¿Esto estoy diciéndole? ¿Y mi plan?
                Aníbal se recostó en la cama. Enseguida se incorporó. Estaba inquieto. Sintió vértigo hasta en las pantorrillas. Se asomó a la ventana, pensativo. ¿Y si salto por la ventana? No esta tan alto… ¿Y si hablo con Teresa? ¿Y si le digo que no quiero joderme la vida, que se busque a otro, que ni modo, que así es esto? ¡Tonterías! Estúpido. Tú vas a demostrar que Aníbal Pérez tiene honor y que es un hombre ante todas las adversidades. Y ahora será un hombre sin riñón. ¡Sin riñón! ¡Chingao!
    Aníbal trató de tranquilizarse. Un enfermero vino al cuarto para darle indicaciones y una bata. Debía descansar y relajarse. Se acostó y puso a ver la televisión. Movió las piernas de manera inconsciente. Empezó la duermevela. Se le vinieron imágenes de Teresa: riendo, seductora, enferma, muerta. Pidió al enfermero que le diera una pastilla que lo ayudara a dormir. Soñó que estaba en un cuarto obscuro y que Teresa y el médico estaban comiéndose su riñón sobre una mesa alumbrada. Lo invitaban al festín. Se despertó horrorizado. Era madrugada. Se levantó y corrió hacia la puerta de la habitación.
    Podría largarse a otra ciudad y comenzar una vida nueva. Se imaginó que en la universidad dirían que era poco hombre. ¿Y Melissa? Si moría jamás se la cogería. ¿Y la madre de Teresa? Le debastaría la muerte de su hija. ¿Y su propia madre? ¿Y su familia? Si la operación sale mal, o lo sacan en ataúd del hospital o queda discapacitado y dependiente para siempre y por siempre, amén, pensó.
    —¡Pucha! ¿Qué hago? —exclamó mientras se jaló el cabello y se golpeó con un puño en la cabeza.

    Teresa fue sacada en camilla. Dos enfermeros se detuvieron enfrente de la habitación de Aníbal para recogerlo. Estaba sentado en la cama, tenía los ojos hinchados. Le pidieron que se acostara en la camilla. Aníbal accedió desconfiado. En el trayecto al quirófano, sintió un miedo terrible, ese que pellizca estómago y piernas. Su orina caliente le mojó los muslos. Levantó la cabeza para ver la mancha que marcaba la bata. Uno de los enfermeros lo observó con extrañeza. Aníbal le devolvió una mirada saturada de angustia.
    —Más vamos a tardar en entrar que en salir, no se preocupe, señor —dijo el enfermero.

    Salida, leyó en un letrero rojo colgado al fondo del pasillo.

    Francisco Argüelles es autor de otros cuentos publicados en este blog. Estos cuentos fueron escritos
    durante el curso de un ciclo de Coaching Literario. Francisco vive en Texas, USA, donde estudia el doctorado.

    No salga nadie, por Francisco Argüelles

    Francisco Argüelles no sale en esta foto, pero estos dos camaradas podrían haberlo inspirado a escribir
    "No salga nadie", uno de los cuentos que escribió durante su paso por el Coaching Literario.
    Es madrugada. Ernesto se levanta de la silla del pórtico donde está sentado y se mete a la casa mientras Oliverio se prepara otra cuba y lo espera sentado en el pórtico. Ernesto se detiene detrás de la puerta, en el interior de la casa saca su celular y revisa las fotos: Oliverio y la novia de Ernesto cogen. Se le hace un nudo en la garganta. No le ha dicho nada a Oliverio. Va al baño. De pronto, escucha el frenazo de un auto. Se tambalea al orinar. Se asoma por la ventanilla y ve a cuatro tipos armados que invaden el jardín.
    —Ahora sí, hijos de su puta madre, vamos a ver si muy machos—dice uno. Ernesto reconoce la voz de durón Durón.  Se apresura a abrocharse el pantalón y corre hacia la sala oscura.
    Δ
    —Hey, gallo,  tráeme a esa vieja pa’ca —dijo Ernesto al mozo y señaló hacia otra mesa junto a la rockola, donde una mujer reposaba, sentada sobre las piernas de un hombre.
    —Es Perla, señor. Está ocupada —Ernesto sacó un billete de mil pesos y lo ofreció al mesero.
    —Pues hazla que se desocupe —El mesero se acercó al oído de Ernesto y murmuró:
    —No me atrevo, señor. Está con el Durón. Y si me deja darle un consejo, no se meta con él, dicen que es peligroso.
    —Elige a otra vieja, Ernesto, yo te la pago —intervino Oliverio, que estaba sentado junto a él, mientras agitaba su ron en las rocas.
    Ernesto clavó la vista en los pechos de Perla y luego la vio a los ojos. Ella, abrazada del cuello de Durón, le correspondió con una mirada lasciva. Ernesto, pensativo y serio, le dio un trago a su cuba y buscó la mirada de Oliverio, que le respondía la mirada como quien intenta apaciguar una cabra.
    —Me vale madres si es Rambo, quiero esa vieja para mí solo.
    Oliverio se puso alerta. Ernesto se acercó a Perla, le susurró algo al oído y la tomó del brazo. Sorprendido por el atrevimiento, Durón le tiró un manotazo a Ernesto. Este le respondió arrojándole un vaso de cerveza en la cara. Durón se irguió e intentó golpear a Ernesto, pero falló porque tenía cubierta la cara de cerveza. Sintió entonces un golpe. Oliverio le había pateado, luego, lo machacó a puñetazos hasta que los meseros lo impidieron.
    —A Ernesto no lo tocas, cabrón —dijo Oliverio a Durón.
    Durón se quedó callado y miró detenidamente a Ernesto mientras se limpiaba la sangre de la boca, le sonrió y le guñó un ojo. Enrnesto se puso colorado y los ojos se le incendiaron como puntas de cerillo.
    —Ya vámonos. Te metes en problemas y siempre tengo que dar la cara por ti— dijo Oliverio.
    Δ
    Ernesto mira a través de un hueco de la cortina que cubre una ventana de la sala oscura. Se aprieta y jala los labios. Suda. Escucha el grito valiente de Oliverio: «No salga nadie». Los cuatro tipos rodean a Oliverio que, bragado, se lanza contra Durón,  pero un balazo en la pierna lo hace perder el equilibrio. Ernesto oye unos pasos desesperados que provienen del segundo piso de la casa. Con la boca abierta y grandes ojos, mira por unos segundos a la esposa de Oliverio, que se apresura hacia la puerta. Ernesto la alcanza, le dice que no puede salir y la desmaya de un golpe en la quijada. Ernesto regresa a mirar por la ventana. Uno de los tipos se impulsa para dar un cadenazo a los muslos de Oliverio, que yace boca abajo, mientras otro lo patea en las costillas. Un tercero le levanta la cara para que Durón le parta los dientes con una manopla. A Ernesto se le salen unas lágrimas. Parece quebrarse. Oliverio expulsa sangre por la boca. Los ojos están a punto de salírsele debido a la descarga de madrazos que recibe en la espalda.
    Por un momento, Ernesto piensa pedir a Durón y a los otros que se detengan. No lo hace. Se cubre los ojos. Se va de nuevo al baño. Siente que se ha arrancado un pedazo del alma, pero también que ese pedazo es pequeño en comparación con el que Oliverio le arrancó. Ernesto saca su celular y observa a detalle las fotografías.
    Afuera ya casi no hay ruidos. Los tipos dejan de golpear a Oliverio cuando éste ya casi no responde. Olvierio ya es solo un organismo que se va apagando.  
    —¡Vámonos! —ordena Durón.


    Un silencio sepulcral invade el jardín. Ernesto se vuelve a asomar a la ventanilla y ve el cuerpo inmóvil, sangriento y desecho de Oliverio. Entonces se golpea la cabeza fuertemente contra la pared hasta que logra llorar a chorros. Apurado salta de un brinco a la esposa de Oliverio, que yace como obstáculo en el suelo, abre la puerta de la casa y sale gritando que unos desconocidos han matado a su hermano, mientras recibe en su celular nuevas fotografías. En ellas Durón se coge a la novia de Ernesto. Las fotos se acompañan de un breve mensaje: “Me cobré por adelantado, quedamos a mano, pinche Caín.”

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    durante el ciclo de Coaching Literario que realizó, da clic aquí.